El mágico “Y” en tiempos de pandemia

swamp oasis

Si alguien me hubiera dicho que me tocaría vivir una pandemia que le robaría la brújula al mundo, no lo hubiera creído. La idea de convertirme en personaje de un evento que quedará registrado en los anaqueles de la historia me hubiera sonado muy pretenciosa. Pero aquí estoy, aquí estamos, lidiando con la sensación de haber sido lanzados al set de una película surrealista que no tiene guion.

Vamos un día a la vez, reina la incertidumbre, la línea de meta no está a la vista, tampoco sabemos qué tan larga es la carrera. Los mitos rellenan los espacios que generan la sobredemanda de preguntas y la escasez de respuestas. El aire está cargado de peligro, las paredes se nos vienen encima.

En las últimas semanas he hablado con muchas personas y sus voces hacen eco con la mía. Los sentimientos predominantes son ansiedad, miedo, frustración, enojo, depresión, confusión, tristeza. La incertidumbre y los cambios imprevistos son tierra fértil para las emociones difíciles. Estamos todos en modo “recalculando ruta”.

¿Qué podemos hacer para mitigar el impacto negativo de esta crisis en nuestro bienestar emocional?

Mi estrategia favorita es practicar la gratitud.

Sentir gratitud y felicidad es fácil cuando todo va bien. Pero… ¿Cómo sentir gratitud en estos días?

Hace unos años, Maria Sirois -una de mis maestras favoritas-, hizo con nosotros un ejercicio para aterrizar el concepto de gratitud y presentarnos al mágico “Y”.

El primer paso invita a imaginar un pantano oscuro, frío y escabroso en el que viven los problemas, los demonios, las cosas que arruinan nuestros días, lo que ocasiona dolor, sufrimiento y destruye felicidad: Covid-19, muerte, migraña, falta de dinero, traiciones, desempleo, incertidumbre, un pelo en la sopa, desastres naturales, amores no correspondidos, multas de tráfico, fracasos, ley seca, no WIFI, 1% de batería en el celular, un pariente incómodo. Podría escribir 27 hojas llenas de desgracias y artes oscuras. Sí, la vida incluye todo esto y, hoy, el mundo parece haberse convertido en un gran pantano.

El segundo paso es dibujar un oasis en donde está lo bueno, bonito, inspirador y que hace que vivir valga la pena: empatía, amistad, lealtad, solidaridad, muestras de cariño, sinfonías, personas aplaudiendo desde sus ventanas en reconocimiento a la labor que hacen enfermeras y médicos, una nota de amor, tu canción favorita sonando en el radio, el sol colgado al centro de un cielo azul, aire limpio, vuelos sin turbulencia, la emoción de tu perro cuando te ve, un libro, un poema, un beso, un encuentro inesperado, el olor de tus hijos cuando están recién bañados, una solución, una idea, una batalla superada. La vida también está llena de cosas que nos hacen vibrar.

El último paso consiste en trazar una enorme letra “Y” entre el pantano y el oasis. Ambas realidades existen y conviven. La cosa es que las personas tendemos a clavarnos en el pantano, somos campeones para resaltar lo malo y ver la vida a través de un lente de escasez. Sacamos conclusiones a partir de una realidad incompleta.

Practicar la gratitud significa voltear a ver el oasis, resaltar lo que sí tenemos, sí podemos hacer, sí podemos resolver. Cuando practicamos la gratitud vemos la vida a través de un lente de abundancia.

Hay una diferencia importante entre sentir y practicar gratitud. En los días pesados y en las épocas más espinosas es difícil sentir gratitud, pero es justo cuando más útil es practicarla. No sólo ayuda, sino que es esencial. Convertirla en una actitud nos permite resistir el flujo de las altas y bajas en la vida. Es una perspectiva desde la cual podemos ver la vida en su totalidad y no sentirnos abrumados por circunstancias temporales.

En estos últimos días me he aferrado de la letra “Y” para evitar caer en el pantano.

Te comparto algunas de las cosas buenas que, desde mi punto de vista, están sucediendo como resultado de la pandemia.

  • “Y” estamos entendiendo que la verdadera riqueza es la salud.
  • “Y” nuestro planeta está recibiendo un respiro. Un descanso a los lagos, a las playas, a los cielos, a los bosques, a las montañas, a los animales.
  • “Y” escuchamos a los pájaros, a las hojas de los arboles, al silencio.
  • “Y” en ciudades en el norte de la India se ven por primera vez en 30 años los Himalayas, el agua está cristalina en los canales de Venecia.
  • “Y” la prisa que nos tenía rehenes corriendo de un lado a otro desapareció.
  • “Y” los niños pequeños duermen más tiempo, los hermanos juegan juntos, las familias se reconocen.
  • “Y” estamos desarrollando la conciencia social. Los que estamos bien nos quedamos en casa para que los demás estén bien.
  • “Y” comenzamos a conectarnos con la humanidad que compartimos y la vulnerabilidad que nos une.
  • “Y” tenemos ratos disponibles para recuperar pasatiempos o descubrir nuevos.
  • “Y” somos testigos de la grandeza de los héroes vestidos de enfermeras, doctores, policías, repartidores, personal de limpieza.
  • “Y” mentes brillantes trabajan sin tregua para encontrar el remedio.
  • “Y” estamos aprendiendo a usar nuevas plataformas tecnológicas, experimentando con alternativas, explotando nuestra creatividad.
  • “Y” estamos dándonos cuenta de que la tecnología es maravillosa, pero JAMÁS alcanzará a calentarnos el corazón como un abrazo.

Si le ponemos intención, podemos llenar el oasis con todo lo bueno que tiene la vida y entrenar a nuestro cerebro para que lo tenga en el radar. Cuando practicamos la gratitud cambiamos el rumbo de nuestro bienestar emocional y aumentamos nuestra capacidad para resistir y superar adversidades.

Te invito a utilizar el mágico “Y”. Haz tu lista y compártela con nosotros para que podamos inspirarnos con ella.

Por lo pronto, cuidémonos intensivamente -para no caer en cuidados intensivos- y saboreemos por anticipado la llegada del día en que podamos preguntar… “¿En dónde nos vemos para tomar un café?”