Vivir esta pandemia es para mí como entrar poco a poco en un mundo surrealista con realidades alternativas.
Las noticias llegan, sin ponerse de acuerdo, atropellándose unas a otras. Es difícil distinguir lo qué es cierto de lo qué no. El aire está lleno de rumores, pronósticos, incertidumbre.
Suenan voces pesimistas; también las optimistas que hacen contrapeso. Llegan ondas de ansiedad que viajan desde todos los destinos.
Regresan a mi mente las palabras de Viktor Frankl…
“Cuando no podemos cambiar la situación, tenemos el reto de cambiarnos a nosotros mismos”.
Y otra más…
“Entre estímulo y reacción hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder para cambiar nuestra respuesta.”
Podemos elegir nuestra actitud ante cualquier circunstancia.
De frente a esta crisis sanitaria global podemos elegir entrar en pánico -con todo lo que eso significa- o la calma.
Podemos reaccionar impulsivamente o detenernos un momento para pensar y actuar asertivamente.
Este arresto domiciliario es una oportunidad para bajar las revoluciones, dejar de correr a toda velocidad en piloto automático. Conectar con nuestra familia, conectar con nuestro interior. Volver a lo sencillo y a lo esencial.
Podemos aprovechar esta pausa obligatoria para practicar la gratitud. Apreciar la salud, valor los momentos en que todo va bien.
Practiquemos la bondad, cuidémonos los unos a los otros, no compremos lo que de momento no necesitamos para que quienes sí lo necesiten, lo encuentren.
Seamos pacientes y muy prudentes. Sigamos las recomendaciones preventivas pensando no sólo en nosotros, sino en todos los demás.
Que este virus que tiene a nuestro mundo de cabeza saque nuestra mejor versión y nos conecte con el corazón de nuestra humanidad compartida.