El lado bueno del estrés

A ver si te suena conocido… Estás acostado en la noche con todas las intenciones de dormir pero más bien recorres la cama cambiando de posición o girando sobre tu propio eje. Los problemas más inconsecuentes se vuelven monstruosos e ingobernables en una noche de insomnio y la capacidad para quedarte dormido es inversamente proporcional a tus ganas de hacerlo. Te estresa todo lo que tienes que hacer al día siguiente.

A lo mejor también sabes de manos temblorosas, latidos tan acelerados que te hacen pensar que el corazón está a punto de salir desbocado, sudor frío, boca seca, sensación de vacío en el estómago, nudo en la garganta, dolor de cabeza o de espalda, falta de aire. La lista es larga cuando se trata de síntomas asociados al estrés.

Hace unos meses tomé un curso de reducción de estrés con Mindfulness, una práctica que consiste en cultivar la consciencia plena para habitar el momento presente. Aprendí que el estrés crónico tiene consecuencias casi en cada rincón del cuerpo: en el sistema musculo-esquelético, cardiovascular, respiratorio, endocrinólogo, gastrointestinal, nervioso y hasta en el reproductor. Desde entonces… ¡estresarme me estresa!

No pasa un día sin que escuchemos o expresemos algo relacionado al estrés. Es el peor de los enemigos, un asesino del bienestar o una especie de demonio que debemos exorcizar. Queremos aprender a manejarlo, reducirlo, eliminarlo o enviarlo a otro planeta.

La cosa es que erradicar el estrés es misión imposible, es inhumano y hasta indeseable. El estrés es útil. Nos ha mantenido vivos a lo largo de la historia pues activa nuestros sistemas de emergencia. Ante una señal de peligro o amenaza corremos y pensamos más rápido, brincamos más alto y vemos mejor. La respuesta de estrés es un mecanismo básico de supervivencia que traemos programado de fábrica.

El estrés crónico claramente tiene efectos negativos que alteran nuestro organismo. Cuando vivimos como si fuéramos perseguidos todo el tiempo por un tigre hambriento nuestro sistema de alarma no descansa, el cerebro inyecta cortisol al cuerpo –hormona del estrés- y atrofia nuestra salud. Si tu nivel de estrés es alto, constante y vives en alerta máxima, sin duda es recomendable que recurras a estrategias para controlar el estrés.

Pero sentirse estresado de vez en cuando no necesariamente es algo malo. El estrés también puede tener efectos positivos. Existe evidencia científica que muestra que si cambiamos nuestra percepción acerca de los efectos del estrés y lo manejamos correctamente, éste incluso puede mejorar nuestro desempeño y bienestar. Sí… leíste bien. Existe una realidad alternativa donde el estrés puede trabajar a nuestro favor.

Cierta dosis de estrés puede ser motivante y detonadora de acciones. Es molesto, pero natural si quieres involucrarte en algo más allá de recorrer tu celular o ver la televisión. Sentir estrés es lo esperando ante situaciones que implican un reto o una oportunidad de crecimiento. Nadie ha logrado metas importantes sin haber pasado por estrés e incomodidades. Criar hijos, emprender negocios, aprender algo nuevo. Imposible correr un medio maratón, por ejemplo, sin pasar por el suplicio del entrenamiento, los dolores o los nervios antes, durante y después de la carrera.

Las hormonas generadas bajo situaciones de estrés pueden mejorar nuestro desempeño en tareas cognitivas y de memoria pues nuestro cerebro procesa información mejor y más rápido. En condiciones de adversidad, el estrés fortalece nuestra resiliencia mental, robustece lazos sociales, permite visualizar nuevas perspectivas, redefine prioridades, mejora nuestro sentido de significado y propósito, nos permite apreciar más la vida. A todo esto se le conoce como crecimiento post-traumático.

Shawn Achor y Alia Crum , investigadores de Harvard y Yale, encontraron que es posible modificar los efectos físicos del estrés cuando cambiamos la percepción que tenemos de éste. Achor y Crum seleccionaron un conjunto de ejecutivos y los dividieron en dos grupos. Al primero le mostraron un video detallando los efectos debilitantes y negativos del estrés. Al segundo, un video donde se describía el poder positivo del estrés para mejorar el desempeño de la mente y del cuerpo. Los resultados fueron sorprendentes. Los individuos que vieron al estrés como un medio para mejorar sus capacidades, en lugar de un agente debilitador, comenzaron a usarlo a su favor. Reportaron menos síntomas asociados al estrés, como dolor de cabeza, espalda, fatiga y mejoraron sus niveles de satisfacción con la vida. El estrés es inevitable, pero sus efectos no… concluyeron.

¿Cómo podemos usar el estrés para mejorar nuestro rendimiento ? Te comparto algunas estrategias sugeridas por Shawn Achor y Susan David.

Cambia tu punto de vista. Cuando decimos o pensamos “estoy estresado” corremos el riesgo de identificarnos y definirnos con esa emoción. Es importante recordar que el estrés es una respuesta física a un sentimiento relacionado con una idea que tenemos del mundo alrededor. Cambiar nuestro lenguaje funciona. En lugar de pensar “estoy estresada” podemos expresar “tengo que hacer una presentación importante, tengo una sensación de estrés y mi cuerpo está reaccionando en consecuencia”. Este paso nos ayuda a poner distancia y obtener una perspectiva que nos permite continuar.

Identifica la razón de tu estrés. ¿Por qué sientes estrés?, ¿De dónde viene? ¿Alguna situación en especial? ¿Alguien en particular? Buscar el significado o la razón detrás del estrés es parte de la solución del problema. Por ejemplo, voy a hablar en frente a un publico importante y de mi desempeño depende la oportunidad de ganar un proyecto.

Canaliza tu respuesta al estrés para mejorar tu desempeño. Piensa en tu estrés como un mecanismo que te prepara para enfrentar situaciones retadoras y te da la energía para avanzar. Como dice Susan David, en lugar de negar los latidos acelerados de tu corazón o las manos sudorosas agradécele a tu cuerpo. Ahora estás listo para la reunión o la interacción importante. Esta estrategia no tiene que ver con “pensar positivo”, sino con nuestra realidad evolutiva. El estrés nos prepara, nos impulsa.

Eliminar el estrés no es fácil. Estamos diseñados biológicamente para reaccionar a nuestro entorno. Aprendamos mejor a cambiar nuestra perspectiva con respecto al estrés inevitable y ponerlo a trabajar en nuestro beneficio.

¿Ruido o señal?

No sé a ti… pero a mi a ratos el mundo me resulta ruidoso y abrumador. Seguido ando queriendo bajarle el volumen a todo lo que sucede allá afuera. Me imagino usando tapones de oídos con capacidad suficiente para silenciar los motores de un jumbo despegando. Quiero escuchar lo importante, pero se me pierde entre tanta abundancia de todo. Estamos sobresaturados de muchas cosas, entre ellas, de información.

Recibimos sin tregua ruido en las noticias. Información que nos confunde, nos indigna, nos asusta, nos inquieta y nos enoja –políticos corruptos, líderes desequilibrados o gasolinazos-. Pero no es todo. A esto hay que sumarle la información “inofensiva” que anda por todos lados: lo que da cáncer, miles de recetas de cocina, cuatrocientos mil ejercicios para aplanar la panza, mejorar la piel o reducir la inflamación, lugares que visitar, eventos sociales, técnicas de meditación, métodos infalibles para criar hijos maravillosos, seguros de sí mismos y compasivos, conferencias, cursos en línea. De la información no hay cómo escapar y además cabe toda en el celular: Facebook, Internet, chats, reuniones sociales, televisión, radio, periódicos. Te enteras aunque no quieras y, aunque no quieras, terminas estresado o mortificado por lo que haces, no haces o cómo lo haces.

El bombardeo constante de noticias de las últimas semanas me hace recordar esos años terribles de inseguridad que pasamos en Monterrey. De pronto todo comenzó a girar en torno a balaceras, bloqueos, quemados, levantones, matanzas y secuestros. Todas las conversaciones empezaban o terminaban con relatos de las últimas tragedias. Absolutamente todos los noticieros estaban sobre el tema. Esta constante exposición a la información comenzó a traducirse en temor, estrés, ansiedad y desesperanza social. Comenzamos a vivir con la sensación de que la inseguridad estaba cada vez más cerca de nuestra puerta –en algunos casos tristemente así fue-. Recuerdo que empecé a sentirme agobiada. Siempre nerviosa al salir y con miedo de que algo malo le pasara a mis seres queridos. Al mismo tiempo sabía que no había absolutamente nada que yo pudiera hacer más allá de tomar mis preocupaciones. Enterarme y estar al día de cada evento trágico no me aportaba nada positivo. Entonces decidí dejar de ver las noticias. No quedé exenta de enterarme de lo que pasaba, pero reduje considerablemente mi consumo voluntario de noticias fatales. Funcionó. Pronto empecé a sentirme más relajada y en control de mi realidad.

Shawn Achor, uno de los líderes en el mundo de la Psicología Positiva, argumenta en su libro “Before Happiness” que antes de la felicidad y el éxito viene nuestra percepción del mundo. Tenemos que crear una realidad positiva –que no tiene nada que ver con magia y tiene todo que ver con trabajo y acciones deliberadas- que nos permita, antes que nada, visualizar la posibilidad de ser felices y exitosos. Es solamente cuando creemos que vivimos en un mundo donde los obstáculos pueden superarse, donde los comportamientos importan y un verdadero cambio es posible que podemos recurrir a nuestra motivación, energía, recursos intelectuales y emocionales para alterar el rumbo. En el libro, Shawn Achor desarrolla con detalle cinco estrategias –basadas en ciencia- que fortalecen nuestra capacidad para crear una realidad más positiva. Una de estas estrategias es “cancelar el ruido”. Les cuento de qué se trata.

De acuerdo con Achor, el ruido puede distorsionar de manera importante la realidad –los casinos en Las Vegas bombardean tu cerebro con luces y sonidos para distraerte del hecho de que estás perdiendo dinero-. El ruido además bloquea señales que apuntan a un crecimiento positivo. Recibimos tantos estímulos y estamos tan sobrecargados de información que se vuelve complicado escuchar una señal entre tanto ruido.

Una señal es información verdadera y confiable que nos alerta sobre oportunidades, posibilidades y recursos que nos permiten alcanzar nuestro verdadero potencial. Ruido es todo lo demás: cualquier información negativa, falsa e innecesaria o que impide que visualices un mundo donde el cambio es posible.

Entonces… ¿Cómo podemos separar las señales del ruido en lo que a información se refiere?

La pasamos por un filtro. Si la información que tenemos delante cumple con uno de los siguientes cuatro criterios, casi siempre es ruido y podemos desecharla:

1. Inusable: la información no altera tu conducta o comportamiento. En otras palabras cuando no puedes o no piensas hacer nada al respecto. Un ejemplo son todas las noticias que recibimos con respecto a enfermedades -Ébola en África- o desastres naturales -terremoto en Haití-. Son eventos trágicos pero que están completamente fuera de nuestro control. A menos que hagas algo al respecto, como enviar un donativo o unirte a los cuerpos de rescate, llenarte de esta información sólo aporta a tus niveles de ansiedad, estrés o enojo. En resumen, si la información no motiva un cambio en tu comportamiento es inusable y es ruido.

2. Inoportuna: no vas a usar esta información inmediatamente o ésta podría cambiar y ser irrelevante cuando la necesites. Si piensas comprar un carro en 5 años revisar los anuncios de ocasión todos los días a partir de hoy es un gasto de energía y recursos mentales. Lo mismo pasa con los miles de proyectos que guardamos en “Pinterest” y que tu y yo sabemos nunca vamos a hacer.

3. Hipotética: está basada en lo que alguien más cree que “podría ser” en lugar de en lo “que es”. Por ejemplo, los pronósticos del clima para Monterrey o lo que tu abuela piensa que podría pasar si no vas a la boda de la nieta de su mejor amiga.

4. Distractora: te desenfoca de tus metas personales. Si uno de tus objetivos es escribir un libro o ser promovido en el trabajo pasar dos horas al día en Facebook viendo videos de recetas de cocina, leyendo noticias de políticos corruptos o leyendo noticias deportivas es ruido.

Estas estrategias son una especie de salvavidas para no morir ahogado en un mar revuelto de información abundante y turbia. No por qué esté disponible tenemos que consumirla. Bájale al ruido para escuchar y distinguir lo verdaderamente importante.

 

https://www.linkedin.com/in/nicole-fuentes-356646b4?trk=hp-identity-name

 

 

Cambia la historia para dejar de rumiar

El artículo de la semana pasada fue sobre la resiliencia. Al día siguiente de publicarlo recibí un mensaje de Antonio Meza donde me contaba sobre unas técnicas para “cambiar la narrativa” que ayudan a superar estados emocionales difíciles y fortalecer la resiliencia. “Si quieres te escribo algo al respecto para que lo publiques como complemento” me dijo. Me encantó la idea. Así que hoy el blog cambia de autor.

Toño Meza –así le decimos los que fuimos a la escuela con él- es un contador de historias, ilustrador y facilitador gráfico. Desde la prepa ya era bueno para esto. Recuerdo que en clase de biología hacíamos como que poníamos atención al maestro, pero en realidad mirábamos de reojo la historia de la evolución del hombre –desde el chimpancé hasta el homo sapiens- que Toño iba dibujando en un mural con sus gises de colores. Un mural que le llevó semanas completar, que nos acompañó todo el año y que hasta hoy tenemos grabado en la memoria.

Cambia la historia para dejar de rumiar

Antonio Meza

¿Qué es la preocupación? Un mal uso de la imaginación.

Me topé con esta frase en Facebook y desconozco al autor, pero me pareció una cita muy atinada.

Aprendí a preocuparme desde niño. Mis abuelos y mis padres me enseñaron que si alguien no llegaba a tiempo “podía ser porque algo malo había pasado” y que si cometía un error “no podría ni imaginar cómo me iba a ir”. Como yo era un niño con bastante imaginación lograba alcanzar niveles intensos de preocupación y, en noches de imaginación desbordada, incluso perdía la capacidad de dormir.

La preocupación no necesariamente es algo negativo. Puede ser una herramienta que podemos utilizar para anticipar situaciones que podrían salir mal y tomar medidas al respecto. Sin embargo, cuando nos convertimos en “rumiantes” de la preocupación quedamos encerrados en un estado emocional difícil de abandonar y donde disfrutar el momento presente es casi imposible. Hacemos “mal uso de la imaginación” cuando nos atascamos mentalmente, como llantas en un lodazal, recordando una y otra vez un error cometido o un evento que nos hizo enojar.

¿Cómo romper el círculo vicioso de la imaginación mal utilizada?

En la publicación anterior de este blog, Nicole Fuentes escribió sobre la “resiliencia” -capacidad de adaptación o recuperación ante la adversidad- y describió cuatro estrategias para desarrollar esta habilidad. La primera de ellas es “cambiar la narrativa”. Ésta sirve también para dejar de rumiar y salir de estados emocionales complicados.

La Programación Neurolingüística (PNL) cuenta con herramientas muy efectivas para cambiar la narrativa. He tenido la oportunidad de estudiar directamente con Robert Dilts, uno de los impulsores y autores más prolíficos de la PNL. Muchas de las estrategias que utilizan los coaches vienen de esta disciplina o tienen conexiones con ella.

¿Qué hacer?

Decíamos que la preocupación es un mal uso de la imaginación. Entonces una buena idea para “cambiar la narrativa” es… ¡practicar el buen uso de la imaginación!

Cuando nos preocupamos creamos una “percepción interna” que representa algo que no queremos que pase. Usamos nuestro cerebro para formar imágenes, voces o hasta “mini películas” que proyectan un futuro indeseado. Utilizamos los mismos mecanismos para recordar eventos pasados que nos hicieron sentir enojo o tristeza.

Nicole describió una forma sencilla de cambiar la narrativa: escribir -a mano- con lujo de detalle la historia que nos lastima. Esto nos ayuda a poner distancia, a sacar la proyección de uno mismo y atenuar el impacto emocional. Me gustaría compartir con ustedes tres herramientas más:

Photosphop interno. Consiste en editar las imágenes y sonidos que estamos imaginando. Podemos pasarlas de color a blanco y negro, reducirlas de tamaño, volverlas “borrosas”. Como si tuviéramos un “photoshop” interno que nos permite modificarlas. Esta técnica requiere práctica y quizá quieras comenzar con la ayuda de un coach o un practicante de la PNL. Pero una vez que lo consigues, el impacto emocional de esos pensamientos es mucho menor y es más fácil pasar a otra cosa.

Cambio de perspectiva. Podemos utilizar el “storytelling” o narrar la misma historia -escribiendo o en voz alta- desde diferentes perspectivas. Imagina que tuviste una discusión con tu pareja dentro de un restaurante. Primero cuentas tu versión de la historia. Después de tomar una respiración profunda, narras los hechos desde el punto vista de tu pareja. Enseguida lo haces desde el ángulo de algún comensal del restaurante ¿Qué vio y escuchó esta persona desde la distancia? Y por último relatas la misma historia desde la visión de un pájaro o un “ángel” que observa todo el lugar desde arriba… ¿Qué cambia? Normalmente este ejercicio ayuda a reducir la intensidad emocional del pensamiento y también a “romper el círculo vicioso”.

La historia del “ahora”. Otra estrategia es contar la historia del aquí y el ahora. Si lo escribes es más efectivo. Imagina que estás narrando la película de tu vida y describiendo la escena de lo que está pasando justo ahora. En el guión de una película sólo pueden describirse imágenes y sonidos -en qué ambiente estás, quién más está contigo, si es la mañana o la noche, qué puedes apreciar de este instante-, pero en tu propio guión puedes incluir sensaciones y olores -usa todos tus sentidos para describir el momento presente-. Si comienzas a pensar en el evento pasado o futuro que te inquieta puedes escribir “él/ella se preocupa” y luego continuas relatando lo que pasa ahora sin entrar en el detalle del pensamiento que te inquieta. La ventaja de ésta práctica es que “ancla” tu percepción en el momento presente en lugar de recordar algo del pasado o de anticipar un evento futuro.

Con práctica, estas técnicas pueden convertirse en fantásticas herramientas para ayudarte a usar tu imaginación de manera más positiva, salir del atascadero emocional, ser emocionalmente más resiliente, y por lo tanto, más feliz.

Antonio Meza es un “contador de historias” multifacético. En su trabajo de coach y consultor, Antonio ayuda a emprendedores a conectarse con sus valores para comunicar con impacto, participar de la inteligencia colectiva y propulsar la innovación. Su trabajo de ilustrador y facilitador gráfico lo ha llevado a diferentes países para representar visualmente las historias de empresas en curso de transformación.

antonio@akrobatas.com
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+AntonioAkrobatas

La resiliencia en juego

No hay como un partido reñido de cualquier deporte para pasar por una montaña rusa de emociones. El viaje es intenso para los jugadores, los entrenadores y para los que vemos desde afuera. Y si los que se la rifan en la cancha son tus hijos, el viaje es todavía más intenso, pues además de lidiar con nuestras propias emociones nos preocupamos por las de ellos.

Desde hace cuatro días el equipo de voleibol de mis hijas participa en un torneo y la cosa ha estado huracanada. Niñas y mamás hemos pasado por cualquier cantidad de emociones. Empezamos con las previas al partido que casi siempre salen del cajón de los nervios: ansiedad, preocupación, impaciencia, incertidumbre, miles de escenarios, ilusión, anticipación. Luego vienen las emociones durante el partido que se alinean perfecto a lo que está pasando en la cancha: impaciencia, que no se acabe o que ya se acabe, miedo, enojo, rabia, pánico, impotencia, interés, motivación, euforia, esperanza, confianza o inseguridad. Al terminar el partido vienen de otro sabor: frustración, remordimiento, resignación, desilusión, tristeza, vergüenza, derrota, agotamiento, victoria, orgullo, satisfacción, felicidad, plenitud, tranquilidad, sentido de pertenencia. Es tremendo.

La semana pasada pedí que me dieran algunas ideas sobre temas de interés para este blog. Uno de los más recurrentes fue la resiliencia… ¿Cómo podemos desarrollarla? Después de estos días de torneo, viendo y sintiendo todo lo que sucede a nivel emocional alrededor de un juego, me quedo convencida de que una de las vías más claras para fomentar esta habilidad es el deporte.

La Asociación Americana de Psicología define la resiliencia como la capacidad de adaptación o recuperación ante la adversidad –eventos traumáticos, tragedias, amenazas, conflictos familiares o de pareja, problemas de salud, en el trabajo o financieros- Es la habilidad de levantarse de experiencias difíciles.

Pensando en esta definición, un atleta sin duda cae en esta descripción, ¿Quién mejor para recuperarse de una situación adversa o una experiencia difícil? En los deportes aprendes a caerte, levantarte, ganar y perder. A veces ensayas quedarte sentado en la banca aunque hayas entrenado igual que los demás. Tienes que lidiar con injusticas, trampas o con la frustración de no poder jugar porque estás lastimado. En ocasiones todo va bien y un error cuesta la victoria en el último segundo. También puede pasar que tienes dos tiros libres con el reloj en cero y la posibilidad de ganar el partido o al menos empatarlo y fallar –le pasó a mi prima, no a mí-.

En los deportes, al igual que en la vida, toca perder, pasarla mal y equivocarse. La clave está en lo que hacemos después de una situación adversa. Mi deporte siempre fue el basquetbol y mi héroe Michael Jordan, la definición de resiliencia en la cancha. Este jugador, una leyenda y considerado por muchos como el mejor de la historia, no fue seleccionado para el equipo de basquetbol de la preparatoria. Pero nunca se dio por vencido y ahí justamente estuvo la clave de su éxito:

“He fallado más de 9,000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 juegos. En 26 ocasiones tuve la responsabilidad de lanzar el tiro ganador del partido y fallé. He fracasado una y otra vez en mi vida. Y esa es la razón por la que he triunfado” –Michael Jordan-

¿Cómo desarrollar la resiliencia no sólo en los deportes, sino en la vida?

Siempre es útil voltear a ver a las personas que tienen la habilidad de recuperarse de situaciones adversas más rápido que otras. Todas ellas tienen ciertas características en común: tienen recursos y habilidades personales para solucionar problemas, saben pedir ayuda cuando la necesitan, creen que pueden hacer algo que los ayudará a manejar sus sentimientos y hacer frente a las dificultades, cuentan con una red de apoyo sólida, están conectados con su familia, amigos y son personas espirituales. Todos podemos trabajar en esto.

Además podemos poner en práctica cuatro estrategias basadas en ciencia para fortalecer el músculo de la resiliencia:

1. Cambiar la narrativa. Generalmente cuando algo malo sucede repetimos la película sin parar en nuestra cabeza y volvemos a sentir el dolor. Una manera eficiente de descargar estas emociones consiste en escribir y describir con detalle el evento. Con esto ordenamos nuestras ideas, vemos las cosas desde una perspectiva diferente y podemos visualizar un resultado positivo para una ocasión futura. Incluso podemos recordar que ya hemos atravesado por situaciones difíciles en el pasado y hemos logrado salir adelante.

2. Enfrentar miedos. Cuando algo sale mal o fallamos es natural querer evadir y evitar volver a pasar por lo mismo. Sin embargo, vencemos nuestros miedos cuando los enfrentamos, aunque sea en microdosis. Quienes montan a caballo saben que una de las reglas de oro luego de una caída es volverse a subir.

3. Practicar la autocompasión. Esto de la autocompasión nada tiene que ver con ser mediocre o “barco” con uno mismo. Más bien consiste en hablarte a ti mismo de la misma manera que le hablarías a un amigo o a un niño pequeño después de cometer un error o cuando atraviesa por una situación difícil.

4. Meditar. Dedicamos mucho tiempo a pensar en el pasado o en el futuro y entonces sentimos nostalgia o ansiedad. Las personas que habitan el presente tienden a sentirse mejor y a ser más felices. La meditación nos ayuda a regresar al momento presente.

La resiliencia es una de las habilidades para la vida y para la felicidad más poderosas. Y como todo, se logra practicando deliberadamente.

“Los obstáculos no tienen porque detenerte. Si te topas con una pared, no des la vuelta y te rindas. Encuentra la manera de treparla, atravesarla o darle la vuelta” –Michael Jordan-