
¿Qué es lo que más deseas para tus hijos?
Que sean felices es la respuesta más común que dan los padres a esta pregunta. Me atrevo a decir que la felicidad de nuestros hijos es un deseo universal. Pero en este camino de criar niños y adolescentes con esta característica se nos atraviesan remolinos de consejos confusos y muchas veces contradictorios.
Hace un par de meses que recibo sugerencias para escribir un artículo sobre padres, hijos y felicidad. Le he sacado la vuelta al tema porque es justo en el terreno de la maternidad donde más vulnerable me siento.
Cuando me estrené como mamá caí en picada a un mundo de emociones intensas. Conocí el verdadero significado de la preocupación, del amor, el miedo, la angustia, la fragilidad y del cansancio. El compromiso y la responsabilidad tomaron un nuevo sentido. Ahora era siempre y todo el tiempo, 24/7 como dicen. Los lunes eran iguales a los sábados, las hijas no entendían de asuetos ni de despertar más tarde después de una mala noche. Dejé de ser dueña de mi tiempo, mis pasatiempos se fueron al cajón, los proyectos se pusieron en pausa y empecé a coleccionar ideas que de momento no podían ser.
La vida de mamá me puso a prueba enserio. Por un lado, mi vida se llenó de sentido y plenitud. Un instante exactamente fue lo que le tomó a cada una de mis hijas convertirse en lo más importante y en la razón de mi ser. Por otro lado, se me llenaron las manos con las obligaciones que vienen incluidas en el cargo de mamá; responsabilidades que no sabía como atender, no eran del todo agradables, me dejaban agotada y con una sensación al final del día de haber sido atropellada varias veces. A esto además se sumaba mi percepción de que yo estaba haciendo algo mal pues nadie me había advertido lo difícil que esto podía ser y las historias que escuchaba eran todas buenas.
Sentirme tan feliz en el día a día no era tan sencillo como antes y ahora ya no era responsable solamente de mi felicidad, sino también de la de mis hijas. Entonces me puse a investigar y me topé con el libro de Christine Carter “Criando felicidad: 10 sencillos pasos para hijos más alegres y padres más felices”.
El primer paso me atrapó: COLOCA TU MÁSCARA DE OXÍGENO PRIMERO. La recomendación es exactamente la misma que la del avión “en caso de una despresurización de la cabina coloque su máscara de oxígeno primero y después ayude a los demás”. Esta idea me sorprendió porque decía exactamente lo contrario de lo que yo pensaba. Desde mi punto de vista era primero la felicidad de mi familia y luego la mía.
Esta idea no era o es solamente mía. Los papás y mamás –especialmente las mamás- tendemos a dejar nuestro bienestar en último lugar. Cuidamos hijos, apoyamos en eventos del colegio, atendemos a nuestros padres, trabajamos, nos encargamos de la casa, manejamos a un millón de lugares. En la noche caemos rendidas para volver a empezar cuando suena la alarma al día siguiente… o tantito antes para no hacer ruido. Entre todo esto descuidamos nuestro propio ser.
No es egoísta poner nuestra propia felicidad primero, sino todo lo contrario. Cuando cuidamos nuestro bienestar físico y emocional los recursos personales que ponemos a disposición de las personas que más queremos son de mejor calidad.
Piensa un momento qué tipo de mamá o papá eres los días que te sientes cansado, deprimido, enojado… ¿Ya? Somos menos pacientes y tolerantes, nos involucramos poco con nuestros hijos y vemos el reloj impacientemente esperando que llegue la hora de mandarlos a dormir. Estudios muestran que la depresión y el mal humor de los padres afectan negativamente a los hijos pues los hace más propensos a tener conductas inadecuadas como llamar la atención o hacer berrinches. Cuando estamos deprimidos nuestra capacidad para atender a los hijos es limitada y tendemos a corregirlos de manera poco constructiva –ignorando, levantando la voz, castigando-. Existe una relación positiva entre madres crónicamente deprimidas –que muestran consistentemente tristeza y desesperanza- e hijos con bajo desempeño académico y menos habilidades sociales.
Ahora piensa en el tipo de mamá o papá que eres en los días que te sientes bien, estable, animado y con energía… ¿Ya? Nos involucramos más, tenemos paciencia, jugamos más, escuchamos, somos más cariñosos y mostramos interés por lo que hacen nuestros hijos. Cuando nos sentimos bien y partimos de un estado emocional positivo modelamos comportamientos deseables como generosidad, compasión, solidaridad, afecto, propósito, vitalidad. Somos papás y mamás de mejor calidad.
Además de trabajar en nuestro propio bienestar es importante mostrar nuestras emociones. Embotellar los sentimientos propios –tristeza, decepción, duda, miedo, cansancio- con la idea de proteger a nuestros hijos no es lo mejor. Modelar una expresión saludable de todas las emociones que experimentamos ayuda a crear un ambiente para nuestros hijos donde es seguro hablar de sentimientos, aunque no siempre sea cómodo. Mostrar nuestros altibajos –que es lo mismo que presentarnos como seres humanos- es sano para su salud emocional. De lo contrario corremos el riesgo de hacerles creer que eso que sienten no es normal y que deberían tener todo bajo control el cien por ciento del tiempo “como nosotros”.
La felicidad y la salud emocional de la familia empiezan contigo. Revisa cómo te sientes y separa tiempo para cultivar tu propio bienestar –come sano, duerme suficiente, actívate, pasa tiempo con la gente que quieres, asigna espacios en tu agenda para hacer lo que te gusta, aprende algo nuevo, di que no-. Trabajar en tu felicidad mejora los recursos que pones a disposición de los demás. Recuerda: coloca tu máscara de oxígeno primero.
You must be logged in to post a comment.