Mis Muertos

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Estoy frente a mis muertos. Los miro desde el suelo sentada cruzada de piernas y ellos me miran de regreso desde sus retratos, que hace algunos días ocupan el piano de la casa en el altar que hicimos para honrarlos.

Este año decidí celebrar el Día de los Muertos a la mexicana. Sí… confieso que estas ganas de retomar las tradiciones de mi país y esta inquietud por recordar a mi gente se las debo a la película “Coco”.

Busqué a mis familiares difuntos en los álbumes fotográficos que tengo en casa, esos de cuando todavía imprimíamos las fotos, las acomodábamos en hojas adhesivas y las atrapábamos debajo de una lámina transparente para la posteridad.

Ahí me los encontré. En el mismo lugar donde los dejé hace años, envueltos en ese marco amarillento que les dibuja el paso del tiempo. Me sentí apenada conmigo misma y con todos ellos por no tenerlos a la vista, por no hablar de ellos, por dejarlos deslizarse poco a poco en el olvido.

Para no destruir los ya muy frágiles álbumes le tomé fotos a las fotos, las imprimí y las puse en portarretratos. Conseguí papel picado de colores, veladoras, pan de muerto, calaveritas de azúcar y flor de Cempasúchil. Lo más básico pues aún tengo mucho que aprender sobre cómo hacer una ofrenda, así como los elementos y símbolos que tiene que tener.

Han pasado cosas lindas desde el día que hicimos el altar.

La primera es que nos divertimos mucho haciéndolo y aprovechamos el rato para conocer y hablar de cada uno de los integrantes de la familia… “Ella es su tatarabuela, o sea, mi bisabuela, la abuela de tu abuela, la mamá de mi abuela”, “Ella es la hermana de mi abuelo, viajera empedernida, una de mis personas favoritas”, “Esta es su tía, mi hermana mayor, no la conocí porque se fue antes de que yo llegara”, “Él es su bisabuelo, todos dicen que era un santo”.

Y así nos fuimos. Aprendiendo nombres, acomodando en parejas -asumiendo que así querían seguir-, contando historias. Sugerí poner un par de cajetillas de cigarros para los fumadores en cadena del grupo, pero mis hijas dictaminaron que de ninguna manera… “fumar es malo, les hace daño”. También pusimos a nuestras queridas mascotas.

Cuando terminamos encendimos las velas y nos sentamos a mirar en silencio. Cada una de nosotras con sus pensamientos, cada una con sus preguntas, cada una capturando la escena con la cámara del celular -y para el Instagram, por supuesto-. El ambiente era ligero. Hace mucho que no los tenía tan presentes y verme entre ellos me llenó de paz.

La segunda es que han regresado un montón de recuerdos. Es increíble la cantidad de memorias que evocan las fotografías. Veo la foto de mi abuela materna sonriendo de perfil con el sol encima, sentada en una banca del único centro comercial que había y vuelvo a preguntarme… ¿Por qué sería que le gustaba manejar descalza?, me acuerdo de las tardes que pasamos jugando “Adivina Quién”, de las historias de espantos en su casa y de su siempre presente cigarro. De ella saqué el amor por los perros. Luego miro a mi abuela paterna y puedo saborearme sus frijoles refritos con queso. Ella era de antojos, entonces, cuando estaba de visita en su casa caminábamos algunas cuadras para llegar al carrito de los “jodos” -hot dogs-, luego al de los buñuelos y el chocolate caliente. ¿Cuál era su especialidad? Consentir nietos, son inolvidables las noches en que nos ponía una toalla en la espalda y nos planchaba… Sí, es literal, sacaba la plancha de la ropa, ajustaba la temperatura y nos quitaba las arrugas. A mi hermana mayor no la conocí, pero la veo sonriendo en su sillita de bebé y no puedo evitar imaginarme cómo hubiera sido crecer con ella. Su ausencia ha estado siempre presente.

Cada vez que paso frente al piano me detengo un instante. Los recuerdos llegan en forma de sabores, tonos de risa, olores, sonidos, lugares, cuentos, canciones, imágenes, chistes, anécdotas, sensaciones. Están presentes ahora y se siente bien.

La tercera es que regresó a mi mente la voz de mi querida amiga Lucy, escritora, cuando dijo en una de nuestras clases que tristemente no siempre conocemos a las mujeres de nuestra familia, ni a esos personajes que cuelgan de las ramas de nuestro mismo árbol genealógico.

Y es verdad…

Si traigo a mi mente a mis abuelas, por ejemplo, puedo recordar a qué sabía la comida que preparaban, escuchar su risa, el tono de su voz, casi puedo percibir el olor de su ropa. Me acuerdo de sus cosas, de lo que hacíamos juntas, de sus costumbres. Pero no sé qué les quitaba el sueño por las noches o que soñaban cuando era de día e imaginaban la vida que querían. Siempre vi a mis abuelas como abuelas y haciendo lo que hacen las abuelas; sin embargo, nunca conocí a las mujeres que estaban detrás.

Así que a ratos me siento, veo el retrato de alguna de las personas que hoy están en el altar y me lleno de preguntas… ¿Qué le daba miedo?, ¿Estaba realmente enamorado de su esposa?, ¿Qué sueños se le quedaron en el tintero?, ¿Qué le inspiraba?, ¿Guardaba algún secreto?, ¿Le gustaba su trabajo?, ¿Por qué no estudió y qué consecuencias tuvo eso en sus emociones?, ¿Por qué se quedó?, ¿Era feliz?, ¿Qué pensaba verdaderamente de la situación en el país?, ¿Dónde estaba su lugar favorito?, ¿lloraba a solas?, ¿Se casó con el amor de su vida?, ¿De qué se sentía muy orgullosa?…

¡Qué irónico esto de conocer tan poco las verdaderas vidas de nuestras personas más cercanas!

Y me imagino todas las conversaciones que hoy me gustaría tener si tuviera la oportunidad de hacerlo. No se puede. Imposible volver en el tiempo.

Lo que sí podemos hacer los que estamos vivos es dejarnos ver por nuestros hijos, por nuestros nietos. Que conozcan a la mujer o al hombre que hay detrás de esa figura a la que llaman “mamá”, “papá”, “abuelo” o “abuela”. Para que cuando estemos adentro de un retrato encima de un piano puedan decir que nos conocieron, que verdaderamente nos conocieron.

Dicen que recordar es volver a vivir y recordar a mis muertos en esta época del año es volver a vivir con un pedacito de ellos.

¡Feliz Día de los Muertos!

 

Escribamos Juntas (contra el cáncer de mama)

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El artículo de esta semana viene en tono rosa y está dedicado a la Fundación El Mundo Escribe A.C., a mis compañeras consejeras, a las talleristas, a los voluntarios y, sobre todo, a las mujeres que forman parte del programa Escribamos Juntas.

Hace unos dos años recibí una invitación para formar parte del inspirador equipo de la Fundación el Mundo Escribe A.C., una asociación que promueve la escritura como herramienta de vida, para que las personas desarrollen su potencial creativo en beneficio propio y de los demás.

Uno de sus más valiosos y hermosos programas se llama Escribamos Juntas. Esta iniciativa está dirigida a mujeres con padecimiento de cáncer de mama en cualquier etapa de la enfermedad y tiene como objetivo facilitar que las participantes encuentren en la escritura una estrategia de autoconocimiento, manejo de emociones y crecimiento personal.

Escribamos Juntas es un taller organizado en 4 módulos que constan de 4 sesiones de 2 horas con una frecuencia semanal. Existen ocho diferentes sedes en la Zona Metropolitana de Monterrey, donde grupos de mujeres que han sido directamente tocadas por el cáncer de mama se reúnen a escribir.

Pero resulta que no sólo escriben.

La labor que hacen las talleristas y las participantes es imposible de calcular con cifras. No hay número que alcance para medir la manera en que se conectan los corazones de quienes integran un grupo.

Escribamos Juntas provee un espacio donde todas las emociones son bienvenidas y atendidas con cariño y compasión. En la privacidad de la hoja en blanco, cada mujer tiene la oportunidad de expresar sus temores, anhelos, pruebas superadas, reclamos, preguntas, recuerdos, pensamientos. Se desarrolla entre ellas un sentido de camaradería y confianza pues ahí todas hablan la misma lengua. Juntas y acompañadas se dan permiso de poner en voz alta todo lo que se guardan en casa para proteger a su familia del dolor. Porque sí, al mismo tiempo que ellas libran su batalla en silencio, cuidan de los suyos mostrándose fuertes, cumplen con sus deberes y brindan consuelo.

Escribamos Juntas es un espacio que permite a cada mujer abandonar por un rato el mundo de la enfermedad, de los hospitales y los doctores para entrar en el paraíso de las letras, de sus letras. Acomodan prioridades, reconocen lo verdaderamente importante, comparten sus testimonios y sabiduría.

Les comparto dos bellísimos ejemplos…

“Un refugio de paz… un abrazo de complicidad… un espacio de verdadera empatía… una pausa al remolino de las emociones… un espejo sin juicio… un apapacho de hermandad…” -Paty G.

“Sanar las heridas del alma, compartiendo los escritos, reconocer que soy más fuerte, que dejé de llorar tan fácilmente, que la empatía con el grupo nace del corazón y te fortalece en el tiempo que falta por vivir en este camino de espinas. Compartir los avances y logros es maravilloso por hablar el mismo idioma. Definitivamente agradezco de corazón el llegar al grupo en el momento en que me tocó. Escribir ha sido la terapia más sanadora en esta batalla contra el cáncer” -Milagros V.

Se convierten en amigas, escritoras y autoras de su propia vida. En mayo de 2019 la Fundación El Mundo Escribe A.C. recopiló, editó y publicó el libro “Escribamos Juntas” con los textos de 60 mujeres, que luego asistieron a la presentación, autografiaron y dedicaron el libro a sus familiares y amigos. Fue una noche especial y transformadora para todos los que estuvimos ahí.

Hoy aprovecho para agradecer a la Fundación El Mundo Escribe la oportunidad que me da de formar parte de este proyecto. Ha sido muy enriquecedor e inspirador para mí.

Aprovecho también para invitarte, a ti lector, a conocer más de este proyecto. Mi deseo es que no lo necesites, pero quiero decirte que Escribamos Juntas es un recurso valioso para hacerle frente al cáncer de mama. Si conoces a alguien que haya pasado por esta enfermedad o actualmente esté librando esta batalla acércala a la Fundación El Mundo Escribe.

Te dejo su contacto…

contacto@elmundoescribe.org

P.D. Agenda tu revisión anual o invita a las mujeres en tu vida a que lo hagan. La prevención y la detección temprana hacen la diferencia.