El tema para esta semana me llegó estando sentada en un avión poco después de que cerraran la puerta.
Desde la cabina de pilotos, el capitán nos dio la más cordial bienvenida y nos puso al tanto de las condiciones en la ruta de vuelo. Lo hizo tan de prisa que las palabras le salieron todas juntas, sin espacios, con una dicción tan clara como la letra de doctor. Sólo entendí “tripulación iniciando movimiento”.
Entonces arrancó la sobrecargo con su set de informes e instrucciones. Todo iba “business as usual” hasta que anunció nuestro destino final en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de San Antonio.
“Yo voy a la Ciudad de México” gritó un señor sentado un par de filas atrás de mi y de un salto se puso en el pasillo. Con su abrigo y papeles bajo el brazo izquierdo, caminó apurado hacia el frente sacudiendo el boleto sobre su cabeza con la mano derecha. Se detuvo frente a la sobrecargo y angustiado suplicó: “Necesito permiso para bajar del avión”.
La sobrecargo interrumpió el comunicado y avisó a la cabina de pilotos. El avión hizo alto, cambiaron la reversa por el drive y dijeron “regresando a la posición”. Acercaron lentamente el gusano a la aeronave… “tripulación desarmar toboganes”. Abrieron la puerta y por ahí salió corriendo el señor.
Intento de despegue uno: fallido.
Ahora venía el equipo de seguridad. Resulta que es obligatorio hacer una revisión minuciosa del avión en situaciones como esta para asegurar que el pasajero no haya olvidado algunas de sus pertenencias, especialmente, una bomba.
Mientras todo esto pasaba me puse a pensar que lindo sería que la vida te dejara saber con claridad a dónde vas; que anunciara por el altavoz el destino final para saber si estás en el vuelo correcto o tienes que bajarte, aunque eso implique activar el protocolo de emergencia y aguantar las miradas reprobadoras e impacientes de los compañeros de viaje. O que delicioso sería tener la capacidad de disfrutar el viaje sin saber con certeza cuál será la parada confiando en que en donde sea que aterricemos estaremos bien.
Andaba en eso cuando me vinieron a la mente los “permission slips” de Brené Brown, una de mis escritoras favoritas. A veces tenemos que darnos un permiso especial a nosotros mismos para hacerle frente al día, a la semana, a una situación particular o a la vida.
Este ejercicio consiste en escribir un permiso –como cuando en el colegio te daban una nota de autorización para salir del salón o no tomar la clase de deportes- en un Post-it, traerlo doblado en la bolsa del pantalón o pegado donde podamos verlo para recordarnos que está bien, que en este momento puede ser así o que hoy necesitamos esto.
Van algunos ejemplos.
Hoy me doy permiso para… “estar triste, aunque se note”, “no ser una mamá perfecta”, “equivocarme”, “no tener todas las respuestas”, “hablar de felicidad aunque no siempre la sienta”, “para cantar desentonada”, “para jugar y reírme con mis hijos”, “para no tomarme la cosas de manera personal”, “para decir que no”, “para opinar”, “para intentar aunque no me salga”, “para dormir una siesta”, “para quedarme en pijama toda la mañana”, “para no responder el teléfono”, “para perdonar”, “para estar presente”, “para comer con gluten”.
¿Qué permiso necesitas darte hoy?
Se retiró el equipo de seguridad, cerraron la puerta del avión… “Tripulación armar toboganes”… “iniciando movimiento”.
Y de pronto, alto otra vez… “Regresando a la posición”, anunció el piloto por la bocina. Cambio de reversa a drive. Otra vez el gusano… “Tripulación desarmar toboganes”.
Abrieron la puerta del avión y ahora entraba el equipo de mantenimiento a la cabina de pilotos. Apagaron los motores, nos quedamos a oscuras. Esta vez un foco rojo anunciaba una posible falla mecánica… “vamos a resetear la computadora de la aeronave” se oyó por la bocina.
Intento de despegue dos: fallido.
Entonces me puse a pensar que este viaje en avión empezaba a parecerse mucho a la vida… imprevistos, fallas, regresar, revisar, resetear, esperar, soltar el control, confiar, incertidumbre, reparar y siempre volver a intentar.
Se fue el equipo de mantenimiento, cerraron la puerta. “Tripulación armar toboganes”, “iniciando movimiento”, “nos vamos”… “Ahora sí disfruten su vuelo”.
Intento de despegue tres: exitoso.
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