La intuición siempre ha sido para mi una especie de mensaje mágico que llega de golpe desde no sé dónde, se siente en todos lados y en ninguno al mismo tiempo, inquieta y susurra “me late que…”.
Algunas personas le dicen a la intuición “sexto sentido” y otras la describen como un “feeling”.
Si buscas en un diccionario la definición de intuición te vas a encontrar con esto: percepción directa de una verdad que es independiente de cualquier proceso de razonamiento; habilidad para entender algo inmediatamente, anticipación, sospecha.
Pareciera que en esta definición formal, al igual que en la mía, hay un componente misterioso e inexplicable.
A mi todo lo que está desconectado de la razón me incomoda. Y creo que es justo por esto que a pesar de tener una muy buena intuición, con frecuencia desconfío de ella. No me gusta no poder explicarla.
¿Cómo sé que mi sexto sentido es atinado?… ¡Fácil! Prácticamente todas las decisiones que he tomado ignorado a mi voz intuitiva me han llevado a ese horripilante lugar donde crecen los “te lo dije”, los “ya sabías” y todo lo que se le parece. En cambio, las cosas me han salido bien cuando he actuado de manera congruente y alineada con mis instintos.
¿Por qué actuamos en contra de lo que dice nuestra intuición?
Brené Brown, en su libro The Gifts of Imperfection, ofrece una respuesta interesante a esta pregunta y comienza presentando el concepto de intuición de la Psicología, que es diferente y mucho más completo.
La intuición no es independiente de la razón; es un proceso inconsciente de asociaciones rápidas, algo así como un rompecabezas mental. El cerebro hace una observación, escanea sus archivos y la relaciona con nuestros recuerdos, conocimientos y experiencias previas. Una vez que hilvana una serie de asociaciones nos lanza una “respuesta” o un “feeling” sobre lo que estamos observando.
Esta definición me gusta mucho más… la intuición no es pura magia… es el resultado de un proceso de análisis de datos que hace nuestro cerebro a velocidad de la luz.
Nuestra intuición puede darnos diferentes mensajes. Algunas veces nos dice lo que necesitamos saber o hacer… “esta persona no es de confiar”, “ve al doctor… eso está raro”, “voy a conseguir el trabajo”. En otras ocasiones nos incita a conseguir más información antes de tomar una decisión… “analiza los números antes de firmar el contrato”, “haz más preguntas”, “pide referencias de esta persona antes de contratarla”.
No siempre atendemos los mensajes o decidimos pasarles por encima.
¿Por qué?
Nuestra necesidad de certidumbre silencia nuestra voz intuitiva, explica Brené Brown.
¿Cómo es esto?
La mayoría de las personas somos muy malas para no saber. La incertidumbre nos hace sentir miedo, ansiedad y vulnerabilidad. “Nos gustan tanto la seguridad y las garantías que no ponemos atención o ignoramos los procesos de asociación de nuestro propio cerebro”.
Empezamos a buscar confirmaciones en las opiniones de los demás… ¿tú que piensas?, ¿tú que harías?, ¿qué te late?. Y no es que preguntar a otra persona sea una mala idea, pero suele pasar que entre más incómodos nos sentimos manejando la incertidumbre más encuestas hacemos, construimos una tabla mental con los resultados del estudio de mercado y entonces corremos el riesgo de decidir en función de lo que opine la mayoría, aunque vaya en dirección opuesta a lo que nos dice nuestra voz intuitiva. Nos desconectamos de nosotros mismos.
Nuestro instinto muchas veces nos dice que no estamos listos para tomar una decisión, que tenemos que investigar más, explorar o ajustar las expectativas. Esto forzosamente requiere de pasar tiempo en la dimensión de la incertidumbre, de bajar la velocidad y salir a conseguir más datos.
Pero si nuestra tolerancia al no saber es muy baja… saboteamos lo que dice nuestro instinto –”espera… busca más datos”- y nos precipitamos a decidir con tal de tener una certeza: “ya no me importa, simplemente lo voy a hacer y a ver qué pasa”, “prefiero hacerlo que esperar un minuto más”.
En ocasiones nos apresuramos a tomar grandes decisiones –sin honrar el mensaje de nuestra voz intuitiva- porque en realidad no queremos conocer las respuestas que podríamos encontrar luego de un proceso de análisis cuidadoso. En el fondo sabemos que podríamos encontrar algo diferente a lo que nos gustaría que fuera y preferimos taparnos las oídos para no escuchar el mensaje… “esta persona ha brincado de trabajo en trabajo, pero es agradable y necesito ayuda”.
La intuición no es un proceso mágico y no siempre se trata de obtener las respuestas en nuestro interior. Muchas veces recurrimos a nuestra sabiduría interna y ésta nos dice que no tenemos suficiente información para tomar una decisión y tenemos que explorar más.
La intuición no es una manera exclusiva de saber, tampoco es una forma impulsiva de proceder –actuar por intuición no es lo mismo que actuar impulsivamente-. Es una habilidad para hacerle espacio a la incertidumbre y una disposición para confiar en las muchas maneras en que desarrollamos conocimiento y obtenemos perspectiva, incluyendo el instinto, la experiencia y la razón.
Para cultivar nuestra intuición es necesario reconocer que no siempre tenemos las respuestas, tolerar la incertidumbre el tiempo suficiente para obtener más información, no tomar decisiones precipitadas y ser valientes para atender un mensaje diferente al que queremos escuchar.
El feeling nunca falla
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