Saborearte la vida te hace más feliz

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La felicidad, sin duda, tiene que ver con las experiencias positivas de nuestra vida. Pero tiene todavía más que ver con nuestra capacidad para notarlas, disfrutarlas, prolongarlas y recordarlas.

A todos nos suceden cosas agradables, hay detalles lindos por todos lados y un sin fin de eventos o situaciones que podrían maravillarnos, robarnos el aliento por su belleza y grandeza. Pero no siempre estamos conscientes, no nos damos cuenta.

Vamos en piloto automático, rehenes de la prisa, glorificando el estar ocupados y, entonces, la vida con sus cosas lindas, nos pasa de largo.

Saborearnos la vida –en inglés la palabra es “savoring”– es una estrategia que nos ayuda a evitar que todo eso que le da sazón a la vida, nos pase desapercibido.

Está relacionado con hacer pausas y con la atención plena. Es la capacidad de atender, apreciar y estar conscientes de las experiencias positivas que tenemos.

“Saboreamos” cuando estamos con amigos y apreciamos cuánto los queremos y nos divertimos juntos; saboreamos cuando pasamos tiempo con nuestros hijos y escuchamos su risa o notamos el olor de su pelo recién lavado antes de irse a la cama; saboreamos cuando bailamos con nuestra persona favorita y le vemos la sonrisa. Es como si de pronto el mundo se pusiera en pausa y pudiéramos darnos cuenta de la situación bonita en la que estamos.

Saborear es diferente que lidiar, manejar o hacer frente a las experiencias negativas.

Podemos poner en práctica la técnica de saborear de muchas maneras…

Una es por medio de las sensaciones. El sol calentando nuestra espalda a través de una ventana en una mañana fría, el sabor de una crepa de Nutella recién hecha, flotar de muertito en el mar y sentir el movimiento del agua al tiempo que escuchamos la arena desplazándose en el fondo.

Podemos maravillarnos con la naturaleza o la habilidad de una persona. Un arcoíris doble, un amanecer incendiado, la fuerza de olas gigantes en un mar revuelto, un lago de agua cristalina que refleja las nubes del cielo, la destreza de un pianista, la voz de una soprano, una catedral construida hace un siglo sin tecnología.

Saboreamos también recordando logros pasados, batallas superadas o eventos especiales. El primer beso, los primeros pasos de tus hijos, lazarte de una roca a un río 10 metros más abajo, recordar el viaje a la playa que hiciste con todas tus amigas o el momento exacto en que conociste al amor de tu vida.

Podemos también saborearnos la vida anticipando algún evento o experiencia futura. Como cuando planeamos unas vacaciones, una ida a un concierto, una primera cita. Cuando organizamos una fiesta o imaginamos sueños cumplidos.

Involucrar todos nuestros sentidos es importante. Esto podemos hacerlo practicando la atención plena –“mindfulness”-. Traer todo tu ser al presente. Entonces, si estás sentado frente al mar darte cuenta de los sonidos, la sensación de la brisa en tu piel, el olor particular del agua salada, ver con atención como se forman las olas y rompen contra la orilla haciendo espuma, escuchar el sonido de la arena y las piedras cuando el agua se repliega.

La vida está llena de momentos especiales, detalles bellos y experiencias positivas para quien decide quitar el piloto automático, hacer una pausa, levantar la vista, mirar alrededor, habitar el momento presente y observar con atención.

La felicidad también está en darte cuenta de que quizá en este momento te sientes bien.

Mañana, luego, más tarde, al rato…

procrastinar

Y todo lo que se le parezca, son expresiones que utilizamos justo antes de sacarle la vuelta a lo que tenemos que hacer y postergarlo para algún momento futuro –muchas veces indefinido-.

A este hábito de dejar todo para “después” se le conoce oficialmente con el nombre de procrastinar.

Dejar de procrastinar está en mi lista de metas personales hace mucho tiempo… Y lo digo sin la menor intención de sonar irónica.

Estoy absolutamente convencida de que yo viviría más feliz si lograra deshacerme de mi mala costumbre de posponer las cosas, las simples y las complicadas. Me ahorraría un montón de ansiedad, preocupación y mal genio.

Ya perdí la cuenta de cuántas veces me he prometido a mí misma no llegar a la siguiente fecha de entrega con el agua al cuello.

Con frecuencia conozco con meses de anticipación el día exacto en que tengo que dar una conferencia, dirigir un taller, preparar una clase o entregar un artículo. Invariablemente hago un plan para tener todo listo una semana antes y trabajar tranquilamente un poco cada día. Esa es mi intención.

Lo que sucede en realidad es muy diferente. El tiempo se me escapa por todos los rincones. Y entre más cerca estoy de la fecha crítica, mayores son mis ganas de arreglar un cajón, hacer limpia de ropa, leer un libro -aunque sea de física cuántica-, tomar un café, pensar que será de la vida de Phoebe Buffay de la serie de “Friends”, salir a andar en bicicleta o sentarme a ver a la “nada”.

Al final… “pateo el bote” hasta que suena la señal de alarma, entro en pánico y no me queda más remedio que hacer lo que tengo que hacer.

¿Te suena conocido?

He aprendido cosas muy interesantes sobre el tema de procrastinar.

La primera es que la procrastinación es un mecanismo para hacerle frente al estrés y no una forma de flojera o descuido. De entrada esto me tranquiliza.

El investigador Timothy Pychyl, ha encontrado que la razón detrás de la procrastinación es evadir el estrés y no el trabajo, como generalmente pensamos. Es el deseo subconsciente de sentirnos bien “en este momento”, de tener un momento gratificante ahorita.

Postergamos porque nos sentimos estresados por las cosas grandes: el dinero, los conflictos familiares, las enfermedades o la vida en general, y no necesariamente por la tarea o el trabajo inmediato que tenemos que hacer.

Cuando evadimos algo que nos parece difícil, sentimos cierto alivio. Y si además hacemos algo que nos gusta, como revisar nuestros mensajes en el teléfono, nuestro cerebro nos inyecta dopamina. Esto se siente bien, así que lo repetimos y lo vamos convirtiendo en un hábito.

La cosa es que en el tiempo, lo que postergamos se acumula creando así más estrés en nuestra vida. Es un círculo vicioso.

Con lo anterior, entiendo que una manera para combatir la procrastinación consiste en manejar y atender el estrés en nuestra vida en general.

Otra cosa que aprendí es cómo funciona la mente de un procrastinador.

Parece que el mundo se divide en dos: los que procrastinamos y los que no.

Los que hacen sus tareas con suficiente tiempo y organizadamente no entienden qué pasa por la cabeza de los que dejamos todo para después.

Mi mamá hace la maleta para un viaje con días de anticipación; yo la hago dos horas antes de salir de mi casa, sin importar a dónde ni por cuánto tiempo salgo. Cuando mi mamá me ve estresada, repelando, buscando, pensando y adivinando qué necesito, lo primero que pregunta es… ¿y por qué no lo hiciste antes?. En lugar de atender alguna molestia física con un médico, dejo pasar los días imaginado miles de posibilidades catastróficas. Cuando finalmente decido a ir a consulta, la pregunta obligada del doctor es… ¿por qué no viniste antes?

En su conferencia “Adentro de la mente de un procrastinador profesional”, Tim Urban explica de manera genial cómo funciona este fenómeno. Si tienes 15 minutos disponibles, te recomiendo que los dediques a ver el video.

De acuerdo con Tim, el sistema de los procrastinadores está compuesto por tres personajes: el tomador racional de decisiones, el chango de la gratificación instantánea y el monstruo de pánico.

¿Cómo funcionan y se relacionan entre sí?

Supongamos que tenemos que entregar una propuesta para un proyecto muy importante en 2 meses.

El tomador racional de decisiones sabe que es una buena idea empezar a trabajar desde ya. Tiene que reunir la información necesaria, leer, analizar, pensar en la estructura, sentarse frente a la computadora, escribir, revisar, etc. Proyecta hacia el futuro y lo último que quiere es sentirse apresurado y agobiado por el tiempo.

El chango de la gratificación instantánea dice “NO”. Mejor vamos a ver qué está pasando en Facebook, vamos a pasear al perro o por algo de comer, vamos a investigar si han descubierto vida en Marte. El chango insiste hasta que logra secuestrar las buenas intenciones del tomador racional de decisiones y lo desvía del camino. Al chango sólo le interesa lo fácil, lo divertido y el momento presente.

Cuando la fecha límite de entrega se acerca lo suficiente aparece el monstruo del pánico. El chango de la gratificación instantánea le tiene terror a esta creatura, en cuanto lo ve corre a toda velocidad y desaparece.

Sin la presencia del chango, el tomador racional de decisiones logra sentarse a trabajar a toda velocidad para cumplir con los objetivos.

El monstruo del pánico parece ser clave en el proceso de completar tareas ya que ahuyenta al chango. Pero ojo acá… para que aparezca el monstruo tiene que haber una fecha límite.

De esto sale una reflexión importante…

Explica Tim, que cuando las metas o tareas que tenemos que hacer tienen fecha de terminación o entrega, entonces la procrastinación está contenida en un rango delimitado de tiempo.

Pero… ¿Qué pasa para todo eso que queremos hacer que no tiene fecha específica de entrega?

Iniciar un negocio, escribir un libro, conocer Australia, hacerte de valor para perseguir tus sueños. Ver a tu familia, encontrarte con tus amigos, enviar un mensaje de agradecimiento, comer saludable, hacer ejercicio.

Después le llamo, después lo busco, después lo hago, después empiezo, después nos vemos, después…

En estas intenciones o deseos sin fecha de caducidad no hay monstruo de pánico, por lo tanto, los efectos de procrastinar no están contenidos y viajan en el tiempo. Dejamos la vida para después.

Postergar planes, sueños, proyectos personales es caldo de cultivo para emociones que nos restan felicidad: aburrimiento, tedio, culpa, apatía, enojo, resentimiento, arrepentimiento.

¿Cómo ponerle remedio a este tipo de procrastinación?

Algunas preguntas que podrían ser útiles para reflexionar sobre este tema o encontrar la motivación para empezar es: ¿Qué harías si supieras que te quedan 6 meses de vida? ¿Qué es eso que absolutamente quisieras hacer? ¿A quién tendrías que contactar? ¿Qué te gustaría decir? ¿A dónde quieres ir? ¿Qué proyecto quisieras completar? ¿Qué sueño tendrías que lograr?

No queremos irnos de este mundo con la mochila cargada de “hubieras”.

Tenemos que empezar.

HOY.

 

 

La regla de los 5 segundos

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Si tuvieras que calcular aproximadamente cuántas veces al día te dices a ti mismo y a lo demás, “al rato lo hago”, “mañana”, “el lunes”, “mejor no”, ¿Qué dirías?

Yo prefiero sacar mi cuenta… “después”.

Terminé de leer el libro “La Regla de los 5 Segundos” de Mel Robbins y creo que encontré un antídoto poderoso contra este vicio que varios tenemos de procrastinar.

La mayoría de nosotros tenemos metas personales y sueños que deseamos cumplir, retos que superar y situaciones de vida que queremos o necesitamos cambiar. Pero no lo hacemos.

Entre nuestra intención de hacer algo y en verdad hacerlo existe un limbo retacado de excusas que nos detiene.

Según Mel Robbins, 5 segundos es lo que le toma a nuestro cerebro convencernos de no hacer las cosas, según esto, para “protegernos”.

¿Has notado lo rápido que el miedo y las dudas secuestran tu mente y comienzas a fabricar argumentos para no decir o no hacer algo?

Si pudieras asomarte al limbo donde yo fabrico mis excusas y argumentos para no hacer las cosas verías algo así…

“Tengo que hacer cita para hacerme la mamografía, llamo a las 8:00 am, que es la hora a la que llega la asistente”. Esa es mi intención. ¿Qué sucede cuando llega la hora? “Hablo después de revisar mis correos”, “Bueno, mejor después de comer hago todas las llamadas del día, así avanzo con el trabajo”, “Aunque pensándolo bien, ya pronto me voy de vacaciones y si me van a dar una mala noticia, prefiero que sea al regresar”, “Listo, hago la cita sin falta cuando regrese”. Todo eso en segundos.

“Mañana salgo a correr inmediatamente después de que se vayan las niñas al colegio, voy a dejar la ropa lista desde hoy”. Esa es mi intención. Lo primero que pasa es que no saco la ropa porque pienso que es mejor elegirla cuando vea cómo amanece el clima. ¿Qué pasa el día siguiente?… “Me cambio cuando termine de tomar el café”, “Mientras… voy a leer un ratito, al cabo, no tengo prisa”, “Mejor termino de una vez el libro, ya me falta poco”, “Pero entonces ya va estar haciendo mucho calor”, “Bueno, no pasa nada, mañana voy”. Así pueden pasar dos semanas.

Así es como en segundos vamos dejando todo para después. Esto incluye alzar la voz y opinar en una reunión de trabajo –“mejor no, ¿qué tal si piensan que mi idea no sirve?”; decidir fumar otro cigarro –“uno más no hace la diferencia”-; aguantar otro comentario ácido de esa persona tóxica –“no quiero problemas”; trabajar en la empresa familiar –“es lo que esperan mis padres”.

Nos detienen el miedo, la incertidumbre, la flojera, la comodidad, lo conocido.

Estamos a una decisión de una vida completamente diferente.

Cuando se trata de cumplir metas, resolver situaciones o alcanzar sueños es fundamental escuchar nuestro instinto de cambio y honrarlo con una acción.

La regla de los 5 segundos es una buena herramienta para lograrlo.

¿Qué es la regla de los 5 segundos?

Es una estrategia que nos permite lograr nuestros objetivos venciendo a nuestro cerebro antes de que empiece a parlotear.

¿Cómo se usa?

Es como el lanzamiento de un cohete al espacio: “5, 4, 3, 2, 1… ¡despegar!”.

Cada vez que tengamos que hacer algo y comencemos a sentir incertidumbre, miedo, inseguridad, flojera, podemos tomar el control contando del 5 al 1.

Contar hacia atrás sirve dos propósitos simultáneamente. En primer lugar, enfoca nuestra atención en lo que tenemos que hacer y nos impulsa a actuar; en segundo, interrumpe el hábito que tenemos bien cimentado de dudar, sobre-pensar, auto sabotearnos y detenernos.

Para que la regla funcione es muy importante movernos físicamente al llegar a 1, pues cuando nos movemos, nuestra fisiología cambia y el cerebro le sigue.

Contar hacia atrás del 5 al 1 también tiene su lógica. Cuando contamos al revés, mentalmente cambiamos la programación del cerebro. Llegar al 1 nos motiva a la acción. Es equivalente a arrancar en una carrera luego del “en sus marcas, listos… ¡fuera!”. Si contáramos del 1 para arriba podríamos contar indefinidamente.

Entonces, “Tengo que hacer cita para hacerme la mamografía” se convierte en 5, 4, 3, 2 ,1… marcar por teléfono; “Voy a salir a correr”… 5, 4, 3, 2, 1… ponerme los tenis y salir; “Tengo que escribir mi artículo”…. 5, 4, 3, 2, 1… sentarme en el escritorio y abrir la computadora.

Dice Robbins, que no son las grandes jugadas o movimientos los que definen nuestras vidas, sino las más pequeñas. Dentro de un rango de 5 segundos podemos detenernos a pensar y decidir no tomar acción sobre esas cosas pequeñas. El detalle es que las decisiones no tomadas se acumulan en el tiempo y nos dejan atascados.

La regla de los 5 segundos hace que las cosas pasen. Nos ayuda a atravesar la barrera de las excusas y a encontrarnos con nuestra mejor versión del otro lado.

Cambiamos nuestra vida una decisión a la vez.

Y podemos decidir hacerlo en 5, 4, 3, 2 ,1…

http://www.bienestarconciencia.com/

 

¡Imaginémonos cosas chingonas, Carajo!

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El Chicharito Hernández tiene razón.

Visualizar escenarios donde el éxito es posible eleva nuestras posibilidades de victoria. No sólo en los deportes, también en la vida.

Visualizarse exitosos es parte de la rutina de entrenamiento de los atletas de alto rendimiento.

Michael Phelps, el nadador con más medallas olímpicas de todos los tiempos, se pone a “ver la película” cada noche antes de una competencia. Esto significa cerrar los ojos y visualizar absolutamente cada detalle de la carrera: el disparo de salida, el impulso, la entrada al agua, cada brazada, cada giro, y por supuesto, ganar.

El boxeador Muhammad Ali se imaginaba vencedor antes de iniciar una pelea; Jim Carrey, se veía como el actor más famoso del mundo cuando recién estaba abriéndose paso; Michael Jordan, el basquetbolista, visualizaba cada tiro antes de entrar a la cancha. Todos ellos han resaltado el papel tan importante que jugó en su éxito la práctica de pensarse y verse victoriosos.

El cerebro es una máquina muy poderosa. Lo que pensamos influye en lo que sentimos y lo que sentimos en lo que hacemos. Nuestros pensamientos están altamente relacionados con nuestras acciones.

En clase, a mi me gusta pedirle a mis estudiantes que se imaginen en dos escenarios. En el primero, tienen examen de matemáticas al día siguiente y están totalmente seguros de que van a reprobar, ¿Qué hacen?… Lo más seguro es que decidan irse a la fiesta y no estudiar, si no hay posibilidades de pasar el examen, mejor divertirse. ¿Y qué pasa? Al día siguiente, reprueban –más de uno se ríe-. En el segundo escenario, tienen examen de matemáticas al día siguientey, aunque pinta difícil, creen que pueden aprobar, ¿Qué hacen?… Muy probablemente decidan quedarse estudiando. ¿Y qué pasa? Al día siguiente sacan adelante la prueba. El examen es el mismo, la diferencia está en la imagen que dibujan en su mente.

Cuando tengo que dar una conferencia antes de empezar siempre me imagino llegando al final con la gente muy contenta. Sin duda, eso eleva mi confianza y la energía que le inyecto a la presentación. Muy diferente, por ejemplo, cuando voy a hacerme un examen médico de cualquier tipo e imagino que me comunican un resultado fatalista. Mi estado de ánimo y actitud es totalmente diferente.

¿Por qué sirve visualizarnos exitosos y logrando nuestros objetivos antes de arrancar?

Lograr ver en nuestra mente una imagen concreta de cómo se ve el éxito o cómo se ve la meta completada, lo hace menos abstracto y más accesible.

Al mismo tiempo, nuestro cerebro se programa y se hace más receptivo a las posibles oportunidades que se alinean con nuestros objetivos.

Imaginarnos logrando exitosamente el objetivo también sirve como práctica, nuestro cerebro también aprende cuando visualizamos un paso de baile, el movimiento del brazo en un saque de tenis, los acordes de una pieza musical en el piano. Ensayar mentalmente eleva nuestra confianza y tranquilidad.

La visualización es algo así como un mapa que el cerebro traduce en pasos a seguir.

Evidentemente es fundamental practicar y hacer el trabajo. Por más que yo me imagine metiendo un gol de tiro libre por encima de la barrera al estilo Ronaldo, si no tengo las horas de práctica encima y sin un extraordinario golpe de suerte, lo más seguro es que no logre hacerlo.

Con esto quiero decir que soñar tiene que venir acompañado de trabajar para conseguir lo que queremos.

¿Cómo se ve la meta completa exitosamente? ¿Cómo nos sentiremos habiendo logrado el objetivo? Son preguntas que podemos hacernos cuando estamos frente a cualquier tipo de reto. ¿Cómo se ve este problema resuelto?

Existe un ejercicio muy poderoso en Psicología Positiva que se llama “mi mejor versión posible”. Consiste en imaginarnos viajando cinco años adelante en el tiempo y visualizar nuestra mejor vida posible. Es decir, una vida en la que todo es exactamente como queremos. Estamos con la persona que amamos, haciendo el trabajo que nos apasiona, rodeados de los amigos que más queremos, logrando todas y cada una de nuestras metas. Lo siguiente consiste en escribir y describir con todo el detalle posible esa vida que imaginamos. Realizar este ejercicio hoy hace más probable que tengamos esa vida en cinco años.

En el mejor de los escenarios, el éxito depende únicamente de nuestro trabajo –haber ganado los tres partidos de la primera ronda-. Con frecuencia, sin embargo, el éxito también es el resultado de la ayuda que recibimos de los demás –Corea quitándonos del camino a Alemania-. Y en otras… también depende de un poco de suerte.

Si no podemos vernos a nosotros mismos logrando nuestras metas, alcanzando nuestros sueños y saliendo adelante, más allá de las circunstancias actuales y los fracasos pasados, lo más seguro es que no podamos.

Así que… ¡Imaginémonos cosas chingonas, Carajo!

 

Y tú… ¿Tienes GRIT?

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La semana pasada me dediqué a explorar un concepto que ha venido ganando terreno dentro del área de la Psicología Positiva y del que cada vez escucho más: GRIT.

GRIT es una de las características que mejor pronostican quién logrará un objetivo y quién no. Además, ayuda a predecir quién lo hará mejor.

Si alguien te preguntara: ¿Quién es exitoso y por qué? La respuesta que tendrías que dar sería… “los que tienen más GRIT”.

La palabra GRIT está en Inglés y no tiene traducción exacta al español, entonces la conservamos tal cual.

Con GRIT asociamos frases del tipo “no rendirse”, “resistir frente a la adversidad”, “continuar a pesar del fracaso”.

Angela Duckworth, una de las investigadoras líderes en el tema, explica en su conferencia de TED, que GRIT es “aguante, es comprometerte con tu futuro cada día, no por un día, no por una semana, no por un mes, sino por años”.

Caroline Adams Miller, también investigadora del tema, define GRIT como el tipo de comportamiento obediente y disciplinado necesario para el cumplimento de metas de largo plazo.

A todo lo anterior… ¿Qué es GRIT?

GRIT es una combinación de perseverancia y pasión.

La perseverancia tiene que ver con la disposición que tenemos para trabajar duro de manera sostenida en el tiempo. Incluye un sentido de dirección, determinación, esfuerzo y resiliencia.

Para tener GRIT es fundamental tener pasión. Generalmente asociamos la pasión con entusiasmo, euforia o intensidad.

Sin embargo, cuando se trata de alcanzar nuestros sueños o ser exitosos en el cumplimiento de nuestras metas de largo plazo, pasión más bien se refiere a compromiso y consistencia en el tiempo.

“Trabajar en algo que te importa lo suficiente como para mantenerte fiel. No sólo enamorarte de lo que haces, sino permanecer enamorado de lo que haces”.

La pasión relacionada con GRIT tiene que ver con aquello que quieres lograr en la vida, la razón por la cual te levantas cada mañana; está asociada a lo más importante para ti, es una filosofía de vida que te da dirección.

Cuando las cosas se ponen difíciles o las soluciones nos evaden, la pasión y la perseverancia son los motores que nos impulsan a continuar.

¿Quieres saber si tienes GRIT?

Aquí tienes un vínculo a la escala de Angela Duckworth donde puedes descubrir qué tanto GRIT tienes.

Una de las primeras preguntas que surgen ante características personales como el GRIT, es si son genéticas –las traemos programadas de fábrica- o podemos entrenar para desarrollarlas?

GRIT tiene un componente genético, pero también es un músculo que podemos fortalecer y hacer crecer.

¿Cómo podemos aumentar nuestros niveles de GRIT?

Angela Duckworth y Caroline Adams Miller describen detalladamente en sus libros “GRIT” y “Getting GRIT”, respectivamente, las características que distinguen a los campeones en GRIT, así como ideas que las personas podemos poner en práctica para aumentar nuestros propios niveles de GRIT.

Te comparto un resumen de los ingredientes de la mezcla del GRIT, según las dos autoras. Si quieres conocer estrategias puntuales para trabajar en cada uno de los siguientes puntos te recomiendo mucho sus libros.

Interés (pasión). Estamos más satisfechos con nuestro trabajo y nuestras vidas, cuando lo que hacemos está alineado con lo que nos interesa. Siguiendo nuestra curiosidad y explorando aquello que llama nuestra atención, podemos descubrir nuestra pasión –ingrediente fundamental del GRIT-.

Práctica (perseverancia). Una manera de ser perseverante es teniendo la disciplina para intentar ser mejores en lo que hacemos cada día, resistiendo a la comodidad y saliendo de nuestra zona de confort. Una práctica deliberada requiere de un objetivo claro que te obligue a estirarte, concentración, esfuerzo, retroalimentación informativa e inmediata, repetición con reflexión y refinamiento.

Propósito. Propósito es la intención de contribuir al bienestar de los demás y nutre nuestra pasión con la convicción de que lo que hacemos importa. Un interés sin propósito es prácticamente imposible de sostener en el tiempo. Resulta útil pensar qué nos motiva lo suficiente como para dedicarle tiempo, energía y esfuerzo, sobretodo, cuando las cosas no estén saliendo como queremos. Una pregunta interesante que puedes hacerte es la siguiente: ¿Por qué estás dispuesto a batallar?.

Metas personales. Las metas retadoras son importantes pues canalizan nuestra energía, pasión y nos dan sentido de dirección. Las personas que tienen GRIT auténtico son aquellas que establecen metas personales desafiantes; como dice Caroline Adams, si las metas fueran fáciles, el GRIT saldría sobrando. Si quieres explorar un poco más sobre cómo definir metas personales sigue este vínculo.

Felicidad. Cuando nos sentimos felices tenemos acceso a nuestros recursos personales de mejor calidad –resolvemos problemas más complejos, retenemos y recuperamos más rápido la información, detectamos oportunidades, funcionamos mejor-. Esto agiliza el cumplimiento de nuestros objetivos. Es más fácil ser exitoso, cuando trabajamos primero en ser felices.

Tomar riesgos. Las personas con GRIT generalmente toman riesgos porque se saben auto-eficientes. Tienen confianza en que lograrán resolver los retos que aparezcan en el camino hacia la meta. No es que no tengan miedo, más bien es que no visualizan un escenario donde no puedan salir adelante.

Humildad. La humildad intelectual tiene que ver con mostrar curiosidad, disposición para aprender de los demás, vulnerabilidad, capacidad para recibir retroalimentación y apertura para escuchar ideas nuevas o diferentes. La postura de sabelotodo no alcanza para mucho.

Paciencia. Detrás de casi todas las historias de éxito hay muchos intentos, muchos rechazos y muchas fallas. Completar metas personales importantes y alcanzar sueños toma tiempo. Requiere de paciencia Cuando nos topamos con una persona muy exitosa –empresarios, deportistas, artistas, músicos, líderes mundiales- tendemos a quedarnos con la foto final y nos olvidamos de ver la película entera.

Esperanza. El tipo de esperanza que tienen las personas con GRIT no tiene nada que ver situaciones que se resuelven como por arte de magia ni con suerte. Es una esperanza compuesta por los siguientes elementos: un destino, un mapa, habilidad para superar obstáculos o resolver imprevistos en el camino, confianza en los recursos y capacidades personales.

La ciencia demuestra que el GRIT es la razón detrás de todas esas historias personales de éxito que nos inspiran.

La buena noticia es que podemos desarrollar esta habilidad en nosotros mismos, nuestros hijos, estudiantes, y en las personas con quienes trabajamos.

Cualquier persona que ande persiguiendo un sueño necesita una buena dosis de GRIT.

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Permiso para ser infeliz

 

kate spade

Las noticias de los suicidios de Kate Spade y Anthony Bourdain nos sacudieron la semana pasada.

Kate Spade, diseñadora de modas con fama mundial, topada de riquezas materiales y dueña de una vida glamorosa, decidió retirarse de este mundo a los 55 años. ¿La razón?… Depresión.

Anthony Bourdain, reconocido y aclamado chef, con fama, dinero, en la cúspide de una profesión que lo llevaba a todos los rincones del mundo y una bellísima novia… se quitó la vida a los 61 años. ¿La razón?… Posible depresión.

Cuando personas, que desde un punto de vista objetivo, cumplen con todos los requisitos de una vida perfecta, exitosa y feliz, deciden quitársela… el resto de los humanos nos quedamos con cara de signo de interrogación.

Me pregunto si… ¿Estas celebridades tenían todo, menos permiso para ser infelices?

La expectativa es que las personas con vidas como las de ellos sean absolutamente felices y la presión social para cumplir con esa condición debe ser brutal.

Con esto… ¿Cómo aceptar lo contrario?, ¿Cómo salir a decir que algo no anda bien?

Una de las preguntas que con más frecuencia recibo es si yo siempre estoy feliz. Al inicio de mi carrera esta pregunta me hacía sentir como impostora. Por mis investigaciones, yo tenía que ser extremadamente feliz. De lo contrario… ¿Cómo podría considerarme experta en el tema? Para mi ser feliz era una obligación.

Además, las personas daban por sentado que con todo mi conocimiento yo tenía que serlo, y de manera perfecta. Me sentía presionada a cumplir con mis propias expectativas y las de los demás. Pero cuando llega la noche, la verdad nos sienta a todos en el banquillo.

En Psicología Positiva la felicidad se define como el grado en que una persona evalúa la calidad de su vida en general como favorable o es el grado de satisfacción que una persona obtiene de sus circunstancias personales.

En esa definición la palabra clave es “evalúa”. La felicidad, desde un punto de vista académico, es una percepción, es subjetiva, relativa y flexible.

En otras palabras, la felicidad depende de la calidad del lente con que observa cada espectador.

En ocasiones, el lente puede empañarse, rayarse o quebrarse. A veces, por un evento en particular; otras, por desbalances químicos y biológicos de nuestro cuerpo.

En estricto sentido deberíamos buscar ayuda para reparar nuestro lente, con la misma tranquilidad que lo hacemos cuando caemos víctimas de un padecimiento físico.

Desafortunadamente, pareciera que las enfermedades mentales -como depresión y ansiedad-, no son socialmente aceptables. Para quien las padece o para quien vive cerca de alguien que las sufre, estos males tienden a venir acompañados del temor al rechazo o desacreditación del resto de la gente.

Y mucho menos son aceptables para alguien que objetivamente tiene todo lo que habitualmente asociamos con una vida feliz: fama, dinero y poder.

La expectativa es que seamos perfectamente felices el cien por ciento del tiempo.

Y entonces hacemos hasta lo imposible por ocultar la depresión, la ansiedad y cualquier tipo de padecimiento mental.

Es tabú.

Las personas deberíamos sentir la libertad de revelar nuestra ausencia de felicidad o la confianza para pedir ayuda cuando no podemos salir adelante solos.

La Organización de Naciones Unidas ha señalado a las enfermedades mentales como la causa principal de miseria en los países desarrollados. Las tasas de depresión, ansiedad y suicidio van a la alza. Aquí te dejo el vínculo a un artículo donde podrás encontrar más datos.

Seguir pretendiendo que una vida feliz es aquella ausente de problemas y llena de riqueza material es peligroso.

Seguir ignorando la proliferación de la depresión o de la ansiedad y estigmatizando a quienes las padeces también es peligroso.

¿Cuánto tiempo más vamos a decirle a nuestros hijos o compañeros de trabajo que nos duele la cabeza, en lugar de que estamos tristes?, ¿Cuántas veces más vamos a decirle a nuestros seres queridos que no lloren o que no sean tan sensibles, que sonrían aunque no quieran?

Con la mejor de las intenciones –proteger a nuestras personas- escondemos lo que nos pasa, pero me parece que lo que único que logramos con esto es hacerlos sentir defectuosos cuando ellos mismos no logran sentirse felices todo el tiempo.

Si dejamos de maquillar nuestras emociones, aceptar que a veces nos ganan la ansiedad y la depresión y buscamos ayuda profesional, entonces seremos más libres.

Más libres nosotros y más libres quienes nos rodean.

Un montón de jaulas emocionales podrían ser abiertas si empezamos a mostrarnos menos perfectos y más humanos.

Felicidad en el Trayecto: Ocho Rutas

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Yo creo que la felicidad está en el camino y es una manera de viajar, más que un destino. Pero, a veces, la felicidad efectivamente nos espera en la línea de meta.

El lunes pasado fue la presentación oficial de mi libro “Felicidad en el Trayecto: Ocho Rutas”.

Tener un ejemplar en mis manos, luego de un proceso largo, es una experiencia felizmente surrealista.

Presentarlo rodeada de mis personas más queridas y recibir tantas muestras de cariño me hizo grande el corazón.

El libro comenzó a escribirse en mi cabeza hace muchos años, pero su transición oficial al papel con tinta fue en septiembre del 2016 cuando publiqué el primer artículo de este blog.

Este libro es la consecuencia natural, sino que obligada, de un proceso que para mi empezó hace casi veinte años con un proyecto de tesis.

Desde 1998 y hasta a fecha me he dedicado a estudiar la felicidad desde diferentes ángulos y con distintos objetivos. Después de una larga etapa de desarrollo y antes de moverme a explorar temas que van más allá de la felicidad, sentí la urgencia de documentar lo que había hecho hasta ahora. Este libro es el inicio de una nueva etapa de creación y contribución.

“Felicidad en el Trayecto: Ocho Rutas” es una guía práctica para incorporar a nuestra vida estrategias sencillas, basadas en ciencia, útiles para vivir más felices. Describe 8 rutas para entrenar y desarrollar la habilidad de la felicidad.

“Felicidad en el Trayecto” está dirigido a personas felices que no saben que lo son; hombres y mujeres que reconocen que la felicidad perfecta no existe y tampoco es deseable; individuos que saben que una vida feliz incluye adversidades y emociones difíciles; personas exitosas pero insatisfechas con sus vidas; gente que busca ideas que funcionan y prefieren soluciones prácticas para problemas complejos; padres de familia que quieren hacer felices a sus hijos sin morir en el intento.

Mi intención con este libro es transmitirle a mis lectores:

  • Que ser feliz es muy importante y tiene muchas ventajas
  • Que una buena parte de la felicidad depende de lo que hacemos y pensamos todos los días.
  • Que la felicidad es una habilidad que podemos desarrollar.
  • Que si queremos ser felices tenemos que vivir con la intención de vivir más felices y hacer algo al respecto.

Mi deseo es que encuentren algo que les guste, pero sobretodo que les inspire a hacer uno o dos cambios que les permita ser felices en el trayecto.

P.D. El libro está disponible en librerías del país y próximamente en versiones digitales.

La Felicidad y las mil y una opciones

 

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Elegir en un mundo en donde abundan las opciones no es tarea fácil y la forma en que tomamos decisiones puede afectar nuestra felicidad.

La cantidad y variedad de productos que hoy tenemos a nuestro alcance ha crecido exponencialmente. ¿Te has fijado cuántas ocpiones de cereales hay en los pasillos del supermercado, la variedad de bloqueadores solares en las farmacias dermatológicas, sabores de mermeladas? ¿Te has puesto a pensar en cuántas combinaciones diferentes puedes hacer cuando pides un café en Starbucks?

Desde luego, la abundancia de opciones mejora nuestra calidad de vida pues nos proporciona libertad y aumenta el control que ejercemos sobre nuestra manera de vivir, lo que en principio, es esencial para nuestro bienestar. Sin embargo, la sobreoferta de alternativas tiene un costo. El proceso de elegir un producto entre tantos disponibles puede resultar abrumador. A mí tantas opciones me generan problemas, me paralizan.

La industria de los teléfonos celulares ejemplifica cómo la proliferación de opciones ha modificado el proceso de elección de nosotros los consumidores. En el pasado elegir un equipo era una tarea sencilla pues los primeros celulares servían para hacer y recibir llamadas. Hoy los equipos cuentan con un sinfín de aplicaciones, capacidades de memoria y resoluciones de cámara. Ahora, antes de comprar un teléfono tenemos que escoger la marca, forma, tamaño y color, las aplicaciones tecnológicas, la compañía que brindará el servicio y el plan de renta. Ah! No te olvides de la funda protectora. Lo que antes era una tarea sencilla ahora se ha convertido en una decisión compleja que consume tiempo y genera una cuota de duda y ansiedad.

La abundancia de opciones no es exclusiva del ramo telefónico, la variedad de productos y alternativas es una realidad en prácticamente todas las áreas.

Piensa por un momento en la industria de alimentos y en todo lo que ahora podemos conseguir. Alimentos sin gluten, sin azúcar, sin lacteos, orgánicos, con stevia o splenda, sin granos, con chía, espirulina, veganos, miel de abeja o agave, aceite de coco, ajonjolí o de aguacate, harina de almendra, de yuca o de arroz… lo que quieras.

Algunas tiendas de ropa ofrecen hasta sesenta estilos diferentes de jeans, así que si no te ves bien es porque no supiste escoger tu mejor “fit”.

Y ni qué decir del mercado del “dating”. Hay páginas en línea llenas de opciones, de todas las edades, estados civiles, nacionalidades y niveles de compromiso –sólo una noche o para siempre. Me parece que estamos a un paso de poder mandar a hacer alguien hecho a la medida.

Ahora, los consumidores debemos dedicar tiempo a recopilar y analizar información extra para elegir LA opción adecuada a nuestras preferencias y necesidades. Ya no podemos echarle la culpa a la falta de posibilidades, ahora si algo sale mál es porque nos equivocamos al escoger o no buscamos lo suficiente.

¿Cómo se relaciona lo anterior con la felicidad? Estudios recientes muestran que la forma en que las personas eligimos entre tantas opciones repercute en nuestro bienestar.

La literatura clasificada a los consumidores en dos grupos de acuerdo a sus estilos de elección: los que maximizan y los que satisfacen.

Los maximizadores buscan y aceptan únicamente la mejor opción; necesitan tener la certeza de que cada compra que realizan o cada decisión que toman es la mejor. Si haces matrices para hacer comparaciones de todos los tipos de microondas que hay en el mercado, si lees todos los “reviews” de Amazon antes de elegir un libro, si todo el tiempo le cambias al canal cuando ves la televisión para ver si encuentras algo mejor, o si agonizas pensando que quizá no has tomando en cuenta toda la información disponible para decidir… puede que seas un mazimizador.

Por el contrario, las personas que satisfacen buscan una opción lo suficientemente buena; definen anticipadamente criterios y estándares y cuando encuentran una opción o artículo que cumple con éstos detienen su búsqueda. Esto no es sinónimo de mediocridad, pues los criterios de selección pueden ser muy estrictos. La posibilidad de que exista algo mejor es irrelevante para quienes satisfacen. Si sabes que necesitas una blusa blanca, con botones, cuello en “v”, que no cueste más de cierta cantidad, entras a una tienda, la encuentras, la compras a la primera porque es lo que buscabas y te olvidas del tema, entonces eres del equipo de los que satisfacen.

Los efectos de la creciente diversidad son diferentes para quienes maximizan y para quienes satisfacen. Para una persona que maximiza, más opciones representan un problema; la única forma de saber con certeza si eligió la mejor opción es evaluando todas las opciones posibles, lo cual es prácticamente imposible. Por consiguiente, cuando al fin elige un producto inevitablemente experimenta la sensación de haber podido encontrar algo mejor de haber buscado un poco más.

Para un consumidor que tan sólo busca satisfacer una necesidad, el creciente número de opciones no tiene un impacto importante en su toma de decisiones. Una vez que encuentra un artículo que cumple con sus estándares establecidos ignora la oferta restante. Libera tiempo y energía para hacer algo más.

La maximización tiene un precio y se carga a la cuenta de la felicidad. Estudios recientes han mostrado que la maximización es una fuente de insatisfacción. En un universo tan extenso en alternativas, las personas cuyo objetivo central es elegir la mejor opción tienden a deprimirse y son más susceptibles a experimentar sentimientos de remordimiento con respecto a sus compras y decisiones. Son menos felices, menos optimistas y tienden también a gastar más dinero pues la mejor opción suele ser las más nueva, cara y equipada.

En conclusión, como consumidores es importante que aprendamos a seleccionar una opción lo suficientemente buena y a no desgastarnos en el intento de conseguir la mejor. Esta práctica nos ahorrará tiempo, dinero, ansiedad y, sin duda, nos hará más felices.

Propósito de vida, Autenticidad y (mis dos) Yo

compas

Escribir el artículo de esta semana fue como armar un rompecabezas de tres piezas. Ya tenía dos, pero me faltaba una para conectarlas. La tercera pieza me llegó la semana pasada por correo en una caja de Amazon.

Primera pieza: Propósito de vida.

Hace tiempo que estudio el tema de sentido de vida y propósito. A veces por curiosidad, otras por necesidad.

La ciencia muestra que las personas que pueden articular en una frase corta cuál es la razón por la que saltan de la cama cada mañana –además del despertador- tienen vidas más largas y felices.

Algunas personas tienen bien definida su vocación desde pequeñas y saben a qué quieren dedicar sus vidas. Están los niños que desde la cuna juegan con cohetes espaciales y de grandes van al espacio; las niñas que tienen un amor incondicional por los animales, cuidan pájaros lastimados y de grandes crean una fundación para sacar perros de las calles.

También estamos los que no tenemos muy clara cuál es nuestra razón de ser; los que tenemos tantos intereses y pasiones que no sabemos por dónde empezar; y los que pensamos que para descubrir el propósito de nuestras vidas tenemos que viajar al Himalaya un mes y estar en silencio meditando para ver si el universo nos suspira la respuesta. O todo lo anterior.

A veces nuestra vida tiene sentido… hasta que no. Algo pasa que nos saca de curso, se empaña el periscopio o perdemos de vista lo importante.

Saber qué nos mueve promueve la longevidad y la felicidad. Dedicar tiempo a descubrir, definir o afinar nuestro propósito superior es una buena idea en términos de nuestro bienestar emocional.

Segunda pieza: Autenticidad.

Otro tema que me interesa en paralelo al del propósito es el de la autenticidad. No se qué pienses tú, pero a mi, las personas genuinas y alineadas consigo mismas me parecen particularmente sexis e inspiradoras.

En especial, admiro su valentía, pues la autenticidad implica romper con las reglas de lo establecido, de lo socialmente aceptable. El permiso para ser uno mismo, con frecuencia, requiere de no ser lo que el resto del mundo espera e implica pagar un precio.

Hace tiempo que sospecho que la autenticidad y el propósito de vida están fuertemente vinculados. Dicho de otra manera, considero que logramos vivir en la zona de nuestro propósito superior en la medida en que somos auténticos y nos mantenemos fieles a aquello que nos hace vibrar.

Me faltaba una pieza para conectar el propósito de vida con la autenticidad y creo que la encontré hace unos días en un paquete que llegó a mi casa. A mi la felicidad seguido me llega adentro de una caja y tiene forma de libro con olor a nuevo.

Tercera pieza: “Yo esencial” y “Yo social”.

Recibí el libro de Martha Beck “Finding your own North Star” –Encontrando tu propia Estrella Polar- En realidad no estaba en mis planes empezar a leerlo en ese momento, pero la curiosidad de explorar las primeras páginas me ganó.

Desde los primeros párrafos la autora logró hacerme reír con su narrativa sarcástica revuelta con humor negro, pero sobretodo, atrapó mi atención con dos conceptos: el “yo esencial” y el “yo social”.

Beck explica que el “yo esencial” es el instrumento de navegación que traemos programado de fábrica y contiene la información relacionada con nuestro propósito superior. Es un compás muy sofisticado.

Nuestro “yo esencial” sabe qué nos gusta, nos interesa, nos apasiona y tiene claro qué queremos. Nace curioso y con capacidad de asombro, nos impulsa a la individualidad, a la exploración, a la espontaneidad y a la alegría.

Por otro lado, el “yo social” es la parte de nosotros que ha aprendido a valorar y a tomar en cuenta las expectativas de la gente a nuestro alrededor y de la sociedad. Es una especie de kit de habilidades que nos ayuda a navegar por la vida.

Cuando el “yo esencial” y el “yo social” tienen una comunicación libre, directa y frecuente, son un equipo imparable. Tu “yo esencial” quiere convertirse en astronauta… tu “yo social” hace que te sientes a estudiar física espacial; tu “yo esencial” quiere ser escritora… tu “yo social” consigue ideas, pluma, papel y te inscribe en clases.

Mantener al “yo esencial” y al “yo social” en sincronía es difícil, pues trabajan bajo principios que parecieran estar encontrados.

El “yo esencial” se rige por la atracción, lo único, lo innovador, la sorpresa, lo espontaneo y lo divertido; mientras que el “yo social” responde a la evasión, la conformidad, es imitador, predecible, planeado y trabajador.

¿Cómo se ve esto en nuestra vida diaria?

Puede pasar en una primera cita, por ejemplo, que tu “yo esencial” quiere pedir pasta, filete, copa de vino y rebanada de pastel con taza de café cappuccino para rematar… pero tu “yo social” pide una ensalada chica y un vaso con agua para que tu date no piense que eres muy tragona. A tu “yo esencial” le fascina combinar pantalones de flores grandes con blusas de rayas de todos colores… tu “yo social” dice que eso sólo es admisible en Halloween. Tu yo esencial quiere dormir un par de horas más… tu “yo social” te saca de la cama, hace que te alistes y vayas a trabajar. Tu “yo esencial” quiere renunciar a ese trabajo que te chupa la vida desde hace diez años… pero tu “yo social” no quiere quedarle mal a la familia. Tu “yo esencial” quiere tener una carrera profesional… tu “yo social” dice que una buena madre se queda en casa cuidando a los niños, o viceversa.

Ahora, esto no quiere decir que el “yo social” sea un villano. Lo necesitamos también, de lo contario estaríamos todos presos o muertos. En ocasiones, por ejemplo, nuestro “yo esencial” quisiera caerle a golpes a cierta persona y nuestro “yo social” nos guarda las manos en los bolsillos. Dice Beck:

“No es que nuestro yo social sea una mala persona, al contrario, es una buena persona. Tiene el poder de conducirnos hacia nuestro propósito de vida, siempre y cuando nuestro yo esencial sepa decirle por dónde queda”

El problema es que vamos aprendiendo a reprimir nuestros impulsos, a poner los intereses de los demás por encima de los nuestros, a ignorar lo que nos mueve, al grado que, podemos incluso olvidar quién somos y pasamos la vida dándole gusto a los demás.

La mayoría de nosotros ponemos a otras personas al mando de nuestras vidas. Dejamos de consultar nuestro propio sistema de navegación. Nuestro “yo social” se desconecta de nuestro “yo esencial”.

¿Cómo podemos saber si nuestros “yo’s” han dejado de comunicarse?

De acuerdo con Martha Beck, si sentimos que nuestra vida en general está llena de insatisfacción, ansiedad, frustración, enojo, aburrimiento, apatía o desesperanza, entonces quiere decir que nuestro “yo esencial” y nuestro “yo social” no están sincronizados. Nuestro “yo esencial” encuentra la manera de hacerse escuchar.

¿Cómo conecto las tres piezas?

Alcanzamos nuestro propósito de vida cuando somos nuestra versión más auténtica. Para lograr esto, nuestro “yo esencial” y nuestro “yo social” deben mantener una conversación fluida. De lo contrario, dejamos de ser auténticos, avanzamos por la vida sin compás y perdemos de vista nuestra “propia estrella polar”.

La felicidad de los migrantes

migrantes

¿Alguna vez te has preguntado qué pasa con la felicidad y el bienestar de los inmigrantes?

Este año el Reporte Mundial de la Felicidad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) llevó a cabo un estudio profundo sobre la migración para entender los efectos que este fenómeno tiene en la calidad de vida de todos los involucrados.

Las personas en el mundo están moviéndose. Algunos lo hacen voluntariamente y van detrás de las nuevas y mejores oportunidades que ofrece la globalización; mientras otros huyen de sus lugares de origen por causa de la guerra para salvar sus vidas.

No todos los inmigrantes son iguales. No obstante es posible asumir que detrás de cada historia individual existe el deseo y la prospección de una vida más feliz.

¿Lo logran?

Esta es la pregunta central que intenta responder el estudio realizado por la ONU.

Muchos migrantes sin duda experimentan incrementos en su felicidad, especialmente los que logran satisfacer necesidades básicas o hacen realidad sus sueños en el país destino. Los migrantes que llegan a un país más desarrollado, por ejemplo, además de mejorar sus condiciones económicas, reciben otros beneficios como libertad, educación y seguro social.

Algunos datos generales sobre la migración…

Según datos del Reporte Mundial de la Felicidad, la migración internacional ha crecido 90 millones en el último cuarto de siglo. En 1990 había en el mundo 153 millones de personas viviendo en un lugar diferente a su lugar de nacimiento; en 2015, este número creció a 244 millones y de estos el 10% son refugiados –unos 25 millones-.

Los diez países más felices del mundo de acuerdo con el “ranking” más reciente, tienen una proporción de migrantes superior al promedio mundial. En 2015 estas naciones registraron un porcentaje de extranjeros de alrededor del 18%, que es más del doble del promedio mundial de 8.7%.

Dichos países además de tener a la gente más feliz del mundo, tienen a los extranjeros más felices. Si se ordenan los países en función de la felicidad de sus inmigrantes, aparecen en los primeros diez lugares, los mismos países que cuando se toma en cuenta al resto de la población. Detrás de estos resultados está una combinación de factores: estos países son destinos atractivos para los migrantes, existe una mejor disposición de los locales para aceptarlos y una mayor habilidad para integrarlos a su sociedad.

¿Qué sabemos de la felicidad de los inmigrantes una vez que llegan a su destino?

En el reporte destacan tres resultados principales…

El primero es que en los países con un nivel de felicidad promedio –media tabla-, los inmigrantes son tan felices como las personas que nacieron ahí. Sin embargo, en los países más felices del “ranking” mundial, los inmigrantes son menos felices que los locales. Llegar a un país donde la gente es más feliz tiene un efecto positivo en la felicidad del migrante pero que no es suficiente para igualarlos con la población local. Esto en parte es explicado por el segundo resultado.

La felicidad de cada migrante no sólo depende de la felicidad promedio de los nacidos en el país destino, sino también del nivel de felicidad promedio de las personas en su país de origen. Entonces, si un migrante va de un país menos feliz a uno más feliz, como es común, el migrante termina más feliz que antes, pero relativamente menos feliz que los locales. No todo el cambio en la felicidad de un migrante es producto del movimiento.

El tercer resultado muestra que una parte de la felicidad de los migrantes depende de manera importante de la buena aceptación por parte de los locales.

¿Y qué pasa con la felicidad de los migrantes en el tiempo?

La evidencia sugiere que su felicidad permanece constante. Se dan dos fenómenos, uno positivo y uno negativo, que tienden a cancelarse mutuamente y tienen que ver con el concepto de “grupo de referencia” o “grupo de comparación”.

Cuando las personas recién llegan a un país más feliz, su grupo de referencia sigue siendo principalmente el de su país de origen. Al compararse y verse en una situación relativamente mejor, su felicidad aumenta. Este efecto se diluye con el paso del tiempo, pues a medida que las condiciones de vida de los inmigrantes mejoran, comienzan a compararse con las personas en el país destino y esto potencialmente disminuye su felicidad.

Los resultados del Reporte Mundial de la Felicidad muestran que se puede ser feliz incluso dejando todo atrás.

La migración también tiene su lado oscuro.

Migrar a otro lado supone renunciar al idioma, a los amigos, a la familia, a la comida, a las costumbres. En casos extremos incluye abuso, explotación, exclusión social y un estatus de “menor” calidad.

Sin lugar a dudas, el Reporte Mundial de la Felicidad ilumina y aporta información muy valiosa sobre el fenómeno de la migración. Me fascinan los datos y me parece fundamental entender a fondo esta problemática. Sin embargo, no puedo evitar pensar que los resúmenes gráficos y de porcentajes no son suficientes para ilustrar la realidad en la que viven miles de migrantes.

Hay diferentes tipos de migrantes… Algunos cambian su residencia viajando con visa a un país en el extranjero para estudiar una maestría en una universidad de prestigio; mientras que otros, viajan escondidos en camiones o en el lomo de un tren conocido como “La Bestia” jugándose la vida y empleándose en lo que sea para poder comer.

Los números no alcanzan para explicar el sufrimiento por el que atraviesan los migrantes, no cuentan las historias personales, ni nos dejan ver lo que han tenido que aguantar y superar.

De este último tipo de migrantes quiero hablar y para esto les comparto una historia personal.

Gracias a la invitación de unos buenos amigos, hace un par de meses mi familia y yo tuvimos la oportunidad de visitar y hacer trabajo voluntario en Casa Monarca.

Casa Monarca es una organización dedicada a brindar ayuda humanitaria a los migrantes en Monterrey que llegan directamente a sus instalaciones o que pasan días/meses cerca de las vías por donde pasa el tren… “La Bestia”.

La experiencia fue impactante. Fuimos un domingo a media mañana y nos encontramos con otros voluntarios. Algunos limpiaban frijoles, una persona cocinaba arroz y un guisado de carne en cacerolas enormes. Había otro grupo separando por tallas y genero la ropa donada.

Mientras estaban listos los paquetes de comida que nosotros íbamos a repartir en las vías del tren, nos dieron una pequeña charla de inducción y sensibilización con respecto a la problemática de los migrantes. Algunas historias son en verdad desgarradoras.

Cuando estuvieron listas y empaquetadas las comidas salimos a la ruta en compañía de un guía voluntario. Nos tocó la ruta “Cuauhtémoc”. Fuimos en carro a recorrer las calles cerca de las vías para encontrarnos con migrantes y entregarles la comida del día. Ese domingo en particular no encontramos muchos. Resulta que la “migra” había realizado una redada los días anteriores. Pero sí encontramos a algunos. Todos hondureños, todos con las manos vacías, cubiertos de polvo y con la ropa sucia, todos amables, agradecidos por la comida, todos con esperanza. Hablamos un poco con ellos, les preguntamos su nombre. No se me ocurrió preguntarles qué tan felices eran…

Ninguna estadística cuenta la realidad tan bien como repartir comidas a los migrantes un domingo en la mañana. En las vías del tren viven y caminan esos “números” anónimos resumidos a un porcentaje en un reporte. Nada llega más directo que conocerlos.

La migración internacional, para muchas personas, es un instrumento poderoso por medio del cual pueden mejorar sus vidas dado que la mayoría de los migrantes y sus familias en casa mejoran sus condiciones económicas. Tristemente. no todos los migrantes, ni todas las familias que se quedan experimentan un aumento en su felicidad como producto de la migración.

Hay mucho que aprender y mucho que hacer para asegurar el bienestar de los migrantes.

Yo quiero invitarte a visitar Casa Monarca para que hagas una contribución positiva en la vida de un migrante. Puedes ayudar donando ropa, zapatos o artículos de higiene personal.

Te aseguro que, al menos por un momento, tu felicidad y la de un migrante aumentarán.