Niños y adolescentes pierden felicidad en el mundo digital

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Cuando preguntamos a papás y a mamás qué es lo que más desean para sus hijos, una de las respuestas más comunes que recibimos es “que sean felices”. Al mismo tiempo –y paradójicamente- pareciera que estamos dándoles un aparato con poderes especiales para lograr justo lo contrario.

Nuestros niños y adolescentes están dejando una buena dosis de su felicidad en el mundo digital, lugar al que viajan con sus teléfonos celulares y aparatos electrónicos sin escalas.

Cada año, el Reporte Mundial de la Felicidad de la Organización de Naciones Unidas dedica un espacio importante a explorar a fondo alguna problemática en particular.

Este año llevaron a cabo un estudio para entender el papel que ha jugado el uso creciente de la tecnología en la felicidad de niños y adolescentes en Estados Unidos.

Los resultados están de miedo:

  • La felicidad y el nivel de satisfacción con la vida entre adultos y adolescentes en ese país han caído con respecto a los niveles del 2000.
  • El nivel de felicidad promedio entre estudiantes de octavo, décimo y doceavo grado (adolescentes entre 13 y 18 años) registró una franca caída entre 2011 y 2017. Entre estos grupos, el nivel de felicidad más bajo corresponde al grupo de estudiantes de décimo grado (Ver Figura 5.2).

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  • Indicadores relacionados con depresión, intención de suicidio y daño auto- provocado han aumentado considerablemente entre adolescentes desde 2010, especialmente en niñas y mujeres jóvenes.
  • La generación “igen” (nacidos después de 1995) tienen un bienestar psicológico menor al que tenían los “milenials” (nacidos entre 1980-1994) cuando tenían la misma edad.

Estos datos retan la lógica económica que ha venido dictando el diseño de políticas públicas que tienen como fin último –o deberían- incrementar el bienestar de los ciudadanos. De acuerdo con los indicadores objetivos, la felicidad debería estar más alta que nunca: el ingreso per-cápita ha aumentado, la tasa de desempleo ha bajado y la de criminalidad también.

Pero no. Algo más está pasando.

Para entender este fenómeno se han explorado diferentes causas: la caída en el capital social, el deterioro en las redes de apoyo, el aumento en la obesidad y en el uso de sustancias.

En este reporte se explora una alternativa más: “los adolescentes en Estados Unidos son menos felices debido a cambios fundamentales en el uso del tiempo libre”.

Van otros datos:

  • El tiempo que los adolescentes pasan detrás de una pantalla –medios digitales como juegos, redes sociales y tiempo en línea- ha crecido aceleradamente desde 2012, en parte porque más jóvenes tienen un teléfono celular.
  • En 2017, el estudiante promedio de doceavo grado (entre 17 y 18 años) pasaba más de 6 horas al día en tres actividades: internet, redes sociales y “texteando”.
  • Según datos de 2018, el 95% de los adolecentes en EUA tiene acceso a un teléfono celular y el 45% dice estar en línea “casi constantemente”.

El día solamente tiene 24 horas. Entonces, pasar tanto tiempo en línea forzosamente implica renunciar a pasar ese tiempo de otra manera.

Los jóvenes están dejando de interactuar cara a cara con los amigos y con sus personas favoritas, pasan menos tiempo leyendo, jugando, haciendo deporte y, sobretodo, durmiendo (Ver Figura 5.4).

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La falta crónica de sueño es una terrible idea para el bienestar emocional y la felicidad. Cuando estamos cansados el cerebro activa la alarma del sistema nervioso central y el mundo pesa. Sigue este link si te interesa saber más sobre el tema.

La falta de sueño en mis estudiantes es cada vez más evidente en el salón de clases. Hay días en que parecen zombis y los veo haciendo tanto esfuerzo por mantener los ojos abiertos que me dan ganas de ayudarles poniéndoles palillos entre los párpados para detenérselos. Cuando les pregunto cuántas horas duermen por noche me contestan 4 ó 5 horas… ¡casi la mitad de lo que necesitan!… ¿Y qué hacen en lugar de dormir?… “me quedo en el teléfono”, dicen.

Otros datos escabrosos:

  • Los adolecentes y adultos jóvenes que pasan más tiempo en el mundo digital tienen menor bienestar.
  • Las niñas que pasan 5 horas o más al día en redes sociales tienen tres veces más probabilidades de tener depresión.
  • Actividades como socializar en persona, dormir suficiente y atender servicios religiosos están vinculadas a la felicidad.
  • Las actividades relacionadas con teléfonos inteligentes y medios digitales generan menos felicidad que las que no involucran tecnología.

Y es que en el mundo digital viven otros demonios…

Las brutales comparaciones sociales que hacen que las personas contrasten sus vidas no editadas con las vidas editadas de los demás; tendemos a comparar nuestra cara lavada y sin filtro con la cara de los demás perfectamente pulida por filtros –que quitan años, arrugas, manchas, afilan la nariz, engrosan los labios, estiran las pestañas y resaltan los pómulos-. El golpe a la autoestima es duro.

En el mundo digital también existe el “cyber-bullying”. En mis tiempos, la tortura estaba contenida dentro de las horas de colegio –a la llegada, en recreo, a la salida- y podías defenderte si te armabas de valor. Al final del día era posible encontrar paz y tranquilidad en tu casa. Ahora los “bullies” viajan contigo en el bolsillo de tu pantalón o en la mochila y llegan a más gente a velocidad de la luz. El contagio es masivo y no hay cómo hacerle frente.

No sé si les ha pasado… Para los hijos adolescentes no hay peor castigo posible que quitarles el teléfono, les da terror y de manera instantánea te conviertes en la mamá más cruel y despiadada del planeta.

Pero después de varias horas –o días- sin acceso al celular pasan cosas increíbles… Empiezan a leer, juegan con los perros, sacan las patinetas, salen a la calle, buscan a la vecina, construyen, inventan, cocinan, mejora su estado de ánimo, platican, duermen suficiente y dan más muestras de cariño.

Muchos estudios encuentran que los adultos también nos beneficiamos cuando reducimos la cantidad de tiempo que dedicamos a alimentar el monstruo de las redes sociales. Grupos de personas que dejan de usar Facebook una semana, por ejemplo, reportan más felicidad y menos depresión que los que continúan usándolo como siempre. Mi siguiente experimento será desconectarme por un rato.

Nuestros niños y jóvenes están pasando cada vez más tiempo en el mundo digital y las consecuencias no son buenas. Los datos sugieren que la moneda de cambio es la felicidad y la salud mental.

Si estamos de acuerdo en que la felicidad es lo que más deseamos para nuestros hijos, entonces tenemos que adueñarnos de la responsabilidad de ayudarles a moderar la cantidad de tiempo que pasan en el mundo digital.

Y sí… los adultos tenemos que poner el ejemplo.

Reporte Mundial de la Felicidad 2019

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Hace un par de semanas salió el Reporte Mundial de la Felicidad para el 2019. Este es el séptimo año consecutivo en que la Organización de Naciones Unidas (ONU) hace un análisis extenso de los niveles de felicidad global.

Detrás de esta publicación está el trabajo riguroso de investigadores y académicos en el mundo que se dan a la tarea de entender qué explica la felicidad de las personas e identificar las condiciones que favorecen su bienestar.

Esto me parece increíble, pues cada día tenemos más información científica a la que podemos recurrir para tener vidas más felices y plenas.

En el reporte de la ONU podemos ver la jerarquización de 156 países de acuerdo con su nivel promedio de felicidad. Estos resultados provienen de la encuesta de Gallup y muestran estabilidad o cambios de un año a otro, así como los factores que más contribuyen a la felicidad promedio en cada país.

La investigación es muy completa. Además de ver el “ranking” de los países según su felicidad, explica las razones detrás de los resultados y dedica un espacio importante para explorar a fondo alguna problemática en particular.

Este año llevaron a cabo un estudio especial sobre felicidad y comunidad con la idea de entender cómo ha cambiado la felicidad en los últimos años y cómo influyen en las comunidades la tecnología, el gobierno y las normas sociales.

El indicador para medir la felicidad o el grado de satisfacción con la vida es la Escalera de Cantril. Los participantes evalúan su vida en una escala del 0 al 10, donde 0 es la peor vida posible y 10 es la mejor vida posible.

Y para explicar las diferencias en los niveles de felicidad de las naciones se utiliza un índice compuesto por seis elementos: Producto Interno Bruto (PIB), expectativa de vida sana, relaciones sociales, libertad, generosidad y ausencia de corrupción.

Te comparto algunos de los resultados que me parecieron más interesantes del reporte para 2019.

Finlandia es el país con el nivel de felicidad más alto; mientras que Sudán del Sur, el país con el nivel más bajo. Estados Unidos ocupa el lugar 19 –se cayeron un lugar con respecto al año pasado-.

Los países en los primeros diez lugares son: Finlandia, Dinamarca, Noruega, Islandia, Holanda, Suiza, Suecia, Nueva Zelanda, Canadá y Austria. Todos estos países tienen valores altos en las seis variables que fomentan el bienestar a nivel país: ingreso, expectativa de vida sana, relaciones sociales, libertad, confianza, generosidad y ausencia de corrupción.

Los diez países con las caídas más grandes en el índice de felicidad han experimentado alguna combinación de estrés ecónomico, político y social. Los 5 países que han registrado el mayor deterioro desde 2005-2008 son Yemen, India, Siria, Bostwana y Venezuela.

La enorme crisis económica, política y social ha deteriorado de manera importante la calidad de vida de los venezolanos. Este resultado hace posible concluir que las condiciones externas –cuando no son buenas y ponen en riesgo nuestra seguridad personal- juegan un papel importante en nuestro bienestar emocional.

De los latinoamericanos, Costa Rica es el mejor país con la posición número 12. El caso de Costa Rica es muy interesante, pues logran ser felices con un uso más eficiente y sustentable de sus recursos ambientales. Si te interesa este tema puedes consultar el Happy Planet Index. Me gusta ver a un país latinoamericano pisando la raya de los “Top Ten”.

México apareció este año en el lugar número 23. Recuperamos una posición con respecto al año pasado. Este resultado es muy bueno si tomamos en cuenta que hay 156 países en la lista –estamos dentro del 16% más alto-.

Además, el actual reporte incluye algunos datos puntuales sobre el nivel de satisfacción en 12 dominios de vida diferentes en México en 2013, 2017 y 2018. En cada uno de los años, el dominio de vida en donde los mexicanos reportan el nivel de satisfacción más alto es el de relaciones interpersonales. Por el contrario, los dominios con los menores niveles de satisfacción son: ciudad, país y seguridad. El 2017, año previo a la elección presidencial, los niveles en estos tres dominios registraron una caída con respecto al 2013 (Ver Fiu. Esto pudiera explicar la decisión de voto de los mexicanos para sacar al partido gobernante del poder y el repunte en 2018 -posterior a la elección- de estos indicadores. Vamos a ver qué pasa en 2020…

El reporte de este año incluye también un estudio sobre el uso de tecnología, la interacción creciente que tienen los adolescentes con aparatos electrónicos y su impacto en el bienestar. Los resultados sugieren que entre mayor es el uso de medio digitales, menor tiende a ser el bienestar. En otras palabras, nuestros jóvenes están dejando felicidad en el mundo cibernético. Pero de esto nos ocuparemos la próxima semana.

Me emociona que el Reporte Mundial de la Felicidad vaya en su séptima edición. Vamos acerándonos a una política pública que pone a la persona y a su bienestar en el centro. Estamos conceptualizando medidas de progreso que van mucho más allá del ingreso de un país y su capacidad de producción y conociendo los factores que dimisnuyen la felicidad.

La felicidad de los migrantes

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¿Alguna vez te has preguntado qué pasa con la felicidad y el bienestar de los inmigrantes?

Este año el Reporte Mundial de la Felicidad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) llevó a cabo un estudio profundo sobre la migración para entender los efectos que este fenómeno tiene en la calidad de vida de todos los involucrados.

Las personas en el mundo están moviéndose. Algunos lo hacen voluntariamente y van detrás de las nuevas y mejores oportunidades que ofrece la globalización; mientras otros huyen de sus lugares de origen por causa de la guerra para salvar sus vidas.

No todos los inmigrantes son iguales. No obstante es posible asumir que detrás de cada historia individual existe el deseo y la prospección de una vida más feliz.

¿Lo logran?

Esta es la pregunta central que intenta responder el estudio realizado por la ONU.

Muchos migrantes sin duda experimentan incrementos en su felicidad, especialmente los que logran satisfacer necesidades básicas o hacen realidad sus sueños en el país destino. Los migrantes que llegan a un país más desarrollado, por ejemplo, además de mejorar sus condiciones económicas, reciben otros beneficios como libertad, educación y seguro social.

Algunos datos generales sobre la migración…

Según datos del Reporte Mundial de la Felicidad, la migración internacional ha crecido 90 millones en el último cuarto de siglo. En 1990 había en el mundo 153 millones de personas viviendo en un lugar diferente a su lugar de nacimiento; en 2015, este número creció a 244 millones y de estos el 10% son refugiados –unos 25 millones-.

Los diez países más felices del mundo de acuerdo con el “ranking” más reciente, tienen una proporción de migrantes superior al promedio mundial. En 2015 estas naciones registraron un porcentaje de extranjeros de alrededor del 18%, que es más del doble del promedio mundial de 8.7%.

Dichos países además de tener a la gente más feliz del mundo, tienen a los extranjeros más felices. Si se ordenan los países en función de la felicidad de sus inmigrantes, aparecen en los primeros diez lugares, los mismos países que cuando se toma en cuenta al resto de la población. Detrás de estos resultados está una combinación de factores: estos países son destinos atractivos para los migrantes, existe una mejor disposición de los locales para aceptarlos y una mayor habilidad para integrarlos a su sociedad.

¿Qué sabemos de la felicidad de los inmigrantes una vez que llegan a su destino?

En el reporte destacan tres resultados principales…

El primero es que en los países con un nivel de felicidad promedio –media tabla-, los inmigrantes son tan felices como las personas que nacieron ahí. Sin embargo, en los países más felices del “ranking” mundial, los inmigrantes son menos felices que los locales. Llegar a un país donde la gente es más feliz tiene un efecto positivo en la felicidad del migrante pero que no es suficiente para igualarlos con la población local. Esto en parte es explicado por el segundo resultado.

La felicidad de cada migrante no sólo depende de la felicidad promedio de los nacidos en el país destino, sino también del nivel de felicidad promedio de las personas en su país de origen. Entonces, si un migrante va de un país menos feliz a uno más feliz, como es común, el migrante termina más feliz que antes, pero relativamente menos feliz que los locales. No todo el cambio en la felicidad de un migrante es producto del movimiento.

El tercer resultado muestra que una parte de la felicidad de los migrantes depende de manera importante de la buena aceptación por parte de los locales.

¿Y qué pasa con la felicidad de los migrantes en el tiempo?

La evidencia sugiere que su felicidad permanece constante. Se dan dos fenómenos, uno positivo y uno negativo, que tienden a cancelarse mutuamente y tienen que ver con el concepto de “grupo de referencia” o “grupo de comparación”.

Cuando las personas recién llegan a un país más feliz, su grupo de referencia sigue siendo principalmente el de su país de origen. Al compararse y verse en una situación relativamente mejor, su felicidad aumenta. Este efecto se diluye con el paso del tiempo, pues a medida que las condiciones de vida de los inmigrantes mejoran, comienzan a compararse con las personas en el país destino y esto potencialmente disminuye su felicidad.

Los resultados del Reporte Mundial de la Felicidad muestran que se puede ser feliz incluso dejando todo atrás.

La migración también tiene su lado oscuro.

Migrar a otro lado supone renunciar al idioma, a los amigos, a la familia, a la comida, a las costumbres. En casos extremos incluye abuso, explotación, exclusión social y un estatus de “menor” calidad.

Sin lugar a dudas, el Reporte Mundial de la Felicidad ilumina y aporta información muy valiosa sobre el fenómeno de la migración. Me fascinan los datos y me parece fundamental entender a fondo esta problemática. Sin embargo, no puedo evitar pensar que los resúmenes gráficos y de porcentajes no son suficientes para ilustrar la realidad en la que viven miles de migrantes.

Hay diferentes tipos de migrantes… Algunos cambian su residencia viajando con visa a un país en el extranjero para estudiar una maestría en una universidad de prestigio; mientras que otros, viajan escondidos en camiones o en el lomo de un tren conocido como “La Bestia” jugándose la vida y empleándose en lo que sea para poder comer.

Los números no alcanzan para explicar el sufrimiento por el que atraviesan los migrantes, no cuentan las historias personales, ni nos dejan ver lo que han tenido que aguantar y superar.

De este último tipo de migrantes quiero hablar y para esto les comparto una historia personal.

Gracias a la invitación de unos buenos amigos, hace un par de meses mi familia y yo tuvimos la oportunidad de visitar y hacer trabajo voluntario en Casa Monarca.

Casa Monarca es una organización dedicada a brindar ayuda humanitaria a los migrantes en Monterrey que llegan directamente a sus instalaciones o que pasan días/meses cerca de las vías por donde pasa el tren… “La Bestia”.

La experiencia fue impactante. Fuimos un domingo a media mañana y nos encontramos con otros voluntarios. Algunos limpiaban frijoles, una persona cocinaba arroz y un guisado de carne en cacerolas enormes. Había otro grupo separando por tallas y genero la ropa donada.

Mientras estaban listos los paquetes de comida que nosotros íbamos a repartir en las vías del tren, nos dieron una pequeña charla de inducción y sensibilización con respecto a la problemática de los migrantes. Algunas historias son en verdad desgarradoras.

Cuando estuvieron listas y empaquetadas las comidas salimos a la ruta en compañía de un guía voluntario. Nos tocó la ruta “Cuauhtémoc”. Fuimos en carro a recorrer las calles cerca de las vías para encontrarnos con migrantes y entregarles la comida del día. Ese domingo en particular no encontramos muchos. Resulta que la “migra” había realizado una redada los días anteriores. Pero sí encontramos a algunos. Todos hondureños, todos con las manos vacías, cubiertos de polvo y con la ropa sucia, todos amables, agradecidos por la comida, todos con esperanza. Hablamos un poco con ellos, les preguntamos su nombre. No se me ocurrió preguntarles qué tan felices eran…

Ninguna estadística cuenta la realidad tan bien como repartir comidas a los migrantes un domingo en la mañana. En las vías del tren viven y caminan esos “números” anónimos resumidos a un porcentaje en un reporte. Nada llega más directo que conocerlos.

La migración internacional, para muchas personas, es un instrumento poderoso por medio del cual pueden mejorar sus vidas dado que la mayoría de los migrantes y sus familias en casa mejoran sus condiciones económicas. Tristemente. no todos los migrantes, ni todas las familias que se quedan experimentan un aumento en su felicidad como producto de la migración.

Hay mucho que aprender y mucho que hacer para asegurar el bienestar de los migrantes.

Yo quiero invitarte a visitar Casa Monarca para que hagas una contribución positiva en la vida de un migrante. Puedes ayudar donando ropa, zapatos o artículos de higiene personal.

Te aseguro que, al menos por un momento, tu felicidad y la de un migrante aumentarán.

Hacia un mundo más feliz

 

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Hace un par de semanas salió el Reporte Mundial de la Felicidad para el 2018. Este es el sexto año consecutivo en que la Organización de Naciones Unidas (ONU) hace un análisis extenso de los niveles de felicidad global.

Detrás de esta publicación está el trabajo riguroso de investigadores y académicos en el mundo que se dan a la tarea de entender qué explica la felicidad de las personas e identificar las condiciones que favorecen su bienestar.

Esto me emociona mucho, pues cada día tenemos más información científica a la que podemos recurrir para tener vidas más felices y plenas.

En el reporte de la ONU podemos ver la jerarquización de 156 países de acuerdo con su nivel promedio de felicidad. Estos resultados provienen de la encuesta de Gallup y muestran estabilidad o cambios de un año a otro, así como los factores que más contribuyen a la felicidad promedio en cada país.

La investigación es muy completa. Además de ver el “ranking” de los países según su felicidad, explica las razones detrás de los resultados y dedica un espacio importante para explorar a fondo alguna problemática en particular.

Este año llevaron a cabo un estudio muy interesante sobre la migración, sus consecuencias en la felicidad y presentaron una lista de 117 naciones ordenadas con base en la felicidad de sus inmigrantes. Los hallazgos son interesantísimos y merecen un artículo dedicado exclusivamente a este tema.

El indicador para medir la felicidad o el grado de satisfacción con la vida es la Escalera de Cantril. Los participantes evalúan su vida en una escala del 0 al 10, donde 0 es la peor vida posible y 10 es la mejor vida posible.

Y para explicar las diferencias en los niveles de felicidad de las naciones se utiliza un índice compuesto por seis elementos: Producto Interno Bruto (PIB), expectativa de vida sana, relaciones sociales, libertad, generosidad y ausencia de corrupción.

Te comparto algunos de los resultados que me parecieron más interesantes del reporte para 2018.

Finlandia es el país con el nivel de felicidad más alto; mientras que Burundi, el país con el nivel más bajo. Estados Unidos ocupa el lugar 18.

Los países en los primeros diez lugares son: Finlandia, Noruega, Dinamarca, Islandia, Suiza, Holanda, Canadá, Nueva Zelanda, Suecia y Australia. Todos estos países tienen valores altos en las seis variables que fomentan el bienestar a nivel país: ingreso, expectativa de vida sana, relaciones sociales, libertad, confianza, generosidad y ausencia de corrupción.

Los países latinoamericanos, con excepción de Venezuela, están dentro de los primeros 70 lugares en el “ranking” mundial. Este resultado ha sorprendido más de una vez a investigadores y académicos en el mundo. De acuerdo con el nivel de ingreso nacional –y según el modelo de pronóstico-, la felicidad promedio en América Latina debería ser más baja. Esto quiere decir que los latinoamericanos producimos más felicidad por el mismo dólar que otros países -le sacamos más jugo al mismo limón- y, además, que algo más que el dinero explica la felicidad.

De los latinoamericanos, Costa Rica es el mejor país con la posición número 13. El caso de Costa Rica es muy interesante, pues logran ser felices con un uso más eficiente y sustentable de sus recursos ambientales. Si te interesa este tema puedes consultar el Happy Planet Index.

México apareció este año en el lugar número 24. Recuperamos una posición con respecto al año pasado. Este resultado es muy bueno si tomamos en cuenta que hay 156 países en la lista –estamos dentro del 16% más alto-. Sin embargo, en la comparación de cambios en el nivel de felicidad promedio entre los periodos 2008-2010 a 2015-2017, los resultados para México no son favorables. La felicidad ha caído 0.37 puntos en una escala del 0 al 10. Estamos entre los países más felices del mundo, pero moviéndonos en la dirección equivocada. Toca ponernos a pensar por dónde se nos está escapando la felicidad promedio nacional y qué podemos hacer al respecto. ¿Tu qué opinas?

Venezuela registró la caída más grande en la felicidad promedio entre 2008-2010 y 2015-2017. En este país la felicidad cayó 2.2 puntos en una escala de 0 a 10. La enorme crisis económica, política y social ha deteriorado de manera importante la calidad de vida de los venezolanos. Este resultado hace posible concluir que las condiciones externas –cuando no son buenas y ponen en riesgo nuestra seguridad personal- juegan un papel importante en nuestro bienestar emocional.

Para el reporte de este año, la ONU realizó un estudio profundo acerca de la relación entre la migración y la felicidad. Voy a dedicar el artículo de la próxima semana a este tema, pero adelanto un resultado que me llamó la atención. El “ranking” de países de acuerdo a la felicidad de sus inmigrantes es prácticamente el mismo que el “ranking” del resto de la población. Esto sugiere que parte de la felicidad de los migrantes depende en buena medida de la calidad de vida del lugar que eligen como destino.

Finalmente, el reporte resalta tres problemas de salud que amenazan la felicidad global: la obesidad, la crisis de opiáceos –drogas, medicamentos para controlar el dolor- y la depresión. La mayoría de la evidencia proviene de Estados Unidos, donde estos problemas han crecido más rápido que en ningún otro lado. Para mejorar la felicidad en el mundo será necesario atender estos temas y prevenir que sigan creciendo.

Me emociona que el Reporte Mundial de la Felicidad vaya en su sexta edición. Parece que nos vamos acercamos a una política pública que pone a la persona y a su bienestar en el centro. Estamos conceptualizando medidas de progreso que van mucho más allá del ingreso de un país y su capacidad de producción.