Tú no eres tu cerebro

you are not your brain

Así se llama el libro que estoy leyendo desde hace unos días. Su diseño es tan llamativo que es casi inevitable pasarle de largo sin hacer una pausa para leer esas letras grandes amarillas con fondo negro –puntos para el equipo creativo-.

Pero más allá del aspecto visual, me parece que el título del libro capturó mi atención porque en la frase “tu no eres tu cerebro” encontré algo de alivio. Y no es que mi cerebro no me guste o crea que no funcione, pero a ratos puede ser un personaje intenso.

La variedad de pensamientos que genera mi cabeza son dignos de una venta de garaje, una colección de ideas, un popurrí de reflexiones, especulaciones, afirmaciones, pronósticos, dudas, fantasías, recuerdos, recomendaciones, señales de alarma, opiniones, críticas, disparates. ¿Te suena conocido?

Una de las funciones de nuestro cerebro es fabricar pensamientos, tiene absoluta libertar para crearlos y la usa a cabalidad. Algunos pensamientos están basados en datos o situaciones reales y otros no.

Lo interesante aquí es que todos los pensamientos provocan emociones. Podemos experimentar ansiedad, por ejemplo, como resultado de un pensamiento, sin importar si éste está fundamentado en la realidad o no.

Podemos sentirnos absolutamente aterrorizamos si pensamos que el avión en el que viajamos va a desplomarse, aunque la evidencia sugiera que todo está en orden y es un vuelo normal.

Hasta ahora he aprendido dos diferencias conceptuales interesantes en este libro…

La primera es que existen pensamientos basados en datos reales que generan emociones. Si hacen un recorte de personal en la empresa donde trabajas y pierdes tu trabajo, podrías pensar que fue injusto, tener dudas con respecto a lo que vas a hacer en el futuro y sentirte enojado, deprimido o asustado. Estas emociones son producto de un evento real y hay que atenderlas.

La segunda es que existen mensajes engañosos o falsos del cerebro que producen sensaciones emocionales. Si piensas que habrá un recorte de personal en la empresa y vas perder tu trabajo -sin tener información precisa y validada- podrías sentirte tan enojado, deprimido o asustado como si en realidad hubieras perdido el trabajo.

Una persona que piensa y cree que no está lo suficientemente delgada, aunque todos los indicadores objetivos muestren que sí, puede experimentar una sensación de inseguridad y rechazo que podría impulsarla a dejar de comer y desarrollar un tema de anorexia o bulimia que perjudique su salud.

Para mejorar nuestro bienestar emocional tenemos que distinguir los mensajes reales de los mensajes engañosos del cerebro. Tenemos que hacer frente a las emociones que honran nuestro ser y nuestras necesidades verdaderas; pero tenemos que aprender a manejar los mensajes destructivos y falsos que nos hacen incurrir en comportamientos poco saludables o beneficiosos para nosotros.

En su libro “Tú no eres tu cerebro”, los autores Jeffrey Schwartz y Rebecca Gladding, recomiendan cuatro pasos para hacer frente a los mensajes engañosos del cerebro y evitar que produzcan sensaciones emocionales o aliviarlas cuando aparecen:

Renombrar. Dicen que no podemos cambiar lo que no vemos, entonces lo primero que tenemos que hacer es practicar la consciencia plena –“mindfulness”– para detectar los mensajes que aparecen en nuestra cabeza y producen sensaciones incómodas. Si quitamos el piloto automático y hacemos pausas para observar, es posible comenzar a distinguir los mensajes engañosos del cerebro y las conductas que desencadenan. Si estoy en un avión, no hay turbulencia, las sobrecargos están tranquilas, la señal de cinturón está apagada, pero yo tengo el pulso acelerado porque tengo miedo… estoy siendo víctima de mensajes engañosos patrocinados por mi cerebro que está en modo alarma. El paso inicial, entonces, consiste en etiquetar estos pensamientos y llamarlos por su nombre: mensajes engañosos del cerebro.

Re-encuadrar. Logramos cambiar o reducir nuestra percepción con respecto a las sensaciones incómodas o difíciles que experimentamos cuando logramos darnos cuenta de que son cortesía de mensajes engañosos… “No es el avión, ni el piloto, ni el clima… es mi cerebro”.

Reenfocar. Este paso consiste en dirigir nuestra atención hacia alguna actividad o proceso mental más productivo en presencia de las sensaciones, los impulsos, angustias y todo lo que nos causen los mensajes engañosos. Reenfocar nuestra atención al mismo tiempo que estamos experimentando el malestar. Cuando estoy en un avión en mi está presente la ansiedad, pero yo puedo elegir cómo responder ante ella. Puedo hacerla crecer si concentro mi atención en el sonido de las turbinas y decido estar al pendiente de cada movimiento o puedo decidir ponerme unos audífonos para escuchar el sonido del mar mientras leo.

Revaluar. Con la práctica podemos aprender a retar las ideas que cruzan por nuestra cabeza incorporando toda la evidencia disponible, a visualizar alternativas diferentes y aceptar la posibilidad de que existan realidades distintas a la que percibimos. En el ejemplo del avión… puedo recurrir a la evidencia que muestra que es el medio de transporte más seguro y la mayoría de los pilotos no mueren en avionazos. Podemos aprender a mitigar las sensaciones emocionales que nos causan los mensajes engañosos porque sabemos que son falsos y entonces los descartamos.

Nuestro cerebro seguirá cumpliendo con su trabajo de fabricar pensamientos. Ante esta realidad, nuestra labor debe enfocarse más en aprender a manejarlos que en tratar de evitar que aparezcan.

¡Cuidado con las trampas del pensamiento!

cloud in a cage

Ayer mientras corría en el gimnasio escuché una entrevista que Oprah Winfrey le hizo a Brian Grazer, famoso productor de cine y televisión; Splash, Apolo 13 y Una mente brillante son algunas de sus películas más conocidas.

Grazer ha dedicado su vida a estudiar la curiosidad. Durante el diálogo con Winfrey explicó que la curiosidad es su fortaleza personal más sobresaliente y relató cómo la ha utilizado para construir su prolífica carrera profesional.

Yo no voy a hablar de curiosidad tal cual en este artículo, sino de las trampas del pensamiento y de cómo podemos salir de ellas siendo un poco más curiosos.

Te cuento como llegué de un tema al otro.

Desde hace varias semanas estoy reflexionado sobre el impacto que tienen las historias que nos contamos en nuestro bienestar emocional. Si quieres leer más sobre esto sigue este vínculo.

Hacia el final de la entrevista, Grazer apuntó que la curiosidad es disruptiva pues altera nuestros puntos de vista.

Esto es importante pues todas las personas estamos atrapadas por nuestra manera de pensar y por nuestra manera de relacionarnos con los demás. Nos acostumbramos a ver el mundo desde nuestra perspectiva y terminamos convencidos de que el mundo es exactamente como lo vemos. Convertimos nuestro punto de vista, en EL punto de vista.

Entonces me acordé de las trampas del pensamiento en las que seguido caemos presos y nos hacen pasar malos ratos.

Cuando nos atrapa una distorsión cognitiva –este es el nombre oficial- corremos el riesgo de entrar en estados emocionales escabrosos que luego influyen negativamente en nuestra conducta.

Algunas de las trampas del pensamiento son:

Todo o nada. Pensamos en los extremos, es blanco o negro, no hay matices de gris. “Si no lo hago perfecto, entonces mejor no hago nada”, “Llevo dos semanas cuidando mi dieta, pero como me comí una galleta ya se arruinó todo completamente”, “Si no puedo llegar a la fiesta justo cuando empiece, entonces mejor no voy”. Nos olvidamos que la mayoría de las cosas ocurren en algún lugar intermedio.

Catastrofismo o sobrestimar el peligro. Exagerar, hacer las cosas más grandes de lo que son, imaginarte que el peor escenario posible, sin importar lo poco probable que sea, está por suceder. Pensar que el avión en el que viajas se va a caer, aunque sabes que es el medio de transporte más seguro. Esto genera mucha ansiedad… ¿Has estado en un avión a 10,000 metros de altura convencido de que en cualquier momento algo saldrá mal? Yo si y tengo que cerrar la boca para que no salga mi corazón corriendo. En esta trampa también es común pensar que no seremos capaces de superar una adversidad o de sobrevivir, “Si repruebo un examen, entonces no voy a graduarme y terminaré viviendo debajo de un puente”.

Sobre generalizar. Hacer afirmaciones contundentes con base en un único dato o experiencia. Usamos las palabras nunca, siempre, todos, nadie. Convertimos un “hoy no puedo acompañarte” en un “nunca me acompañas”; si una amiga se molesta con nosotros brincamos a “todas me odian”; un error se transforma en “siempre me equivoco”.

Adivinar el futuro. Esta es mi favorita, a cada rato caigo en esta. Pensar que sabemos lo que pasará aunque no tengamos una bola de cristal. Sacamos conclusiones con ciertos pedazos de información, conectamos datos para construir una historia y nos casamos con ella. Estamos seguros del significado de cierta situación aunque no tengamos evidencia para probarlo; “El examen va a estar dificilísimo y voy a reprobar”, “nadie va a hablar conmigo en la fiesta”, “Si no revisa su teléfono es porque algo le pasó”.

Leer la mente. Esta también me encanta. Saber exactamente lo que otros piensan de ti… “está pensando que me veo gorda”, “todos están pensando que no debería estar aquí”. En esta trampa también esperamos que los demás sepan lo que queremos o necesitamos, especialmente si se trata de nuestra pareja… “después de tantos años, ya debería saber qué quiero y no debería tener que explicarle”.

Filtro negativo. Nos fijamos exclusivamente en cierto tipo de información, en datos que validan lo que pensamos o sentimos y descartamos todo lo demás. Casi siempre dejamos fuera lo positivo. Resaltamos nuestros fracasos, pero no los logros; nos ponemos tristes porque una persona olvida felicitarnos en nuestro cumpleaños, en lugar de alegrarnos por todas las muestras de cariño que sí recibimos; pensamos que la conferencia que dimos no fue buena porque una persona estaba quedándose dormida, a pesar de que muchas personas se acercaron al final para felicitarnos.

Razonamiento emocional. Sacamos conclusiones del resto del mundo o de otras personas con base en lo que sentimos, en nuestras emociones del momento. Si me siento así es porque tiene que ser verdad; “Si tengo miedo es porque el avión se va a caer”, “Si me siento apenada es porque no sirvo para nada”, “Si me siento triste significa que no me quiere”.

Estas son algunas de las trampas de pensamiento más comunes. Cuando caemos en ellas, nuestros pensamientos negativos influyen en nuestras emociones y en nuestra conducta.

¿Qué hacemos entonces?

Aquí es donde podemos recurrir al poder disruptivo de la curiosidad para encontrarle un ángulo diferente a la historia que nos estamos contando y encontrar alternativas útiles para salir del atascadero mental.

Curiosidad para preguntarnos: ¿Qué información estoy dejando fuera?, ¿Qué más podría estar pasando?, ¿Qué tal si en lugar de adivinar, mejor pregunto?, ¿Qué ha pasado otras veces que me he sentido así?

La curiosidad puede ayudarnos a acercarnos a otras personas para complementar nuestra información, conocer su punto de vista en lugar de asumir que lo conocemos, hacer preguntas, retar nuestros pensamientos, ser un poco más humildes y reconocer que existen diferentes maneras de ver el mundo.

Podemos elegir practicar la flexibilidad de pensamiento. Yoga mental para estirarnos cada día un poco más y mantener el equilibrio.