Casi feliz

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Me quedé colgada con el tema de la creatividad y por lo visto mi cabeza también, porque me hizo volver al libro de Elizabeth Gilbert “libera tu magia”, para recoger una idea absolutamente poderosa y liberadora.

La idea se llama “Casi”.

Estaba segura de que ya me había topado con ella antes. Y sí… resulta que nos conocíamos de dos lugares diferentes.

El primero encuentro estuvo de cuento.

El escritor Peter H. Reynolds tiene un libro espectacular para niños que se llama “Casi” en el que, por medio de una historia lindísima, nos enseña lo letal que puede ser el perfeccionismo para la creatividad.

Te voy a contar el cuento con la esperanza de que te guste tanto que lo compres. Creo que debería de ser lectura obligada para niños, jóvenes y adultos.

A Ramón le encantaba dibujar a cualquier hora, cualquier cosa y en cualquier sitio.

Un día Ramón estaba dibujando un jarrón con flores. Su hermano mayor se asomó por encima de su hombro para ver lo que hacía y soltó una carcajada… ¿Qué es eso?, le preguntó. Ramón no pudo responder, agarró el dibujo, lo hizo bolas y lo lanzó al otro lado del cuarto.

La burla de su hermano hizo que Ramón se obsesionara tratando de hacer dibujos perfectos. Pero no lo conseguía.

Después de muchos meses y muchas bolas de papel arrugado, Ramón dejó su lápiz sobre la mesa y dijo: “No más, me rindo”.

Marisol, su hermana, lo miraba… ¿Y tú qué quieres? le preguntó bruscamente Ramón. “Sólo quiero ver cómo dibujas” dijo ella. “Yo ya no dibujo, lárgate de aquí”.

Marisol salió corriendo, pero con una bola de papel arrugado en la mano. “¡Hey devuélveme eso!” gritó Ramón persiguiéndola por el pasillo y hasta su recámara.

Al entrar enmudeció cuando vio la galería que había montado su hermana en las paredes de su cuarto con sus dibujos. “Este es uno de mis favoritos”, dijo Marisol apuntando a uno. “Se supone que era un jarrón de flores”, dijo Ramón, “aunque no lo parezca”. “Bueno… parece un casi jarrón” dijo ella.

Ramón ser acercó un poco más, miró con atención todos los dibujos que estaban en la pared y comenzó a verlos de otra manera… “Casi, casi son”, dijo.

Ramón comenzó a sentirse inspirado otra vez. Al permitirse el “casi”, las ideas empezaron a fluir libremente. Comenzó a dibujar nuevamente todo su mundo alrededor. Haciendo “casi” dibujos se sentía fantásticamente bien. Dibujó cuadernos enteros. Un “casi” árbol, una “casi” casa, un “casi” pez.

Ramón también se dio cuenta que podía dibujar “casi “sentimientos… “casi” paz, “casi” tonterías, “casi” alegría. Una mañana de primavera, Ramón tuvo una sensación maravillosa. Se dio cuenta de que había situaciones que sus “casi” dibujos no podrían captar y decidió no captar, sino sólo disfrutar.

Ramón fue “casi” feliz desde entonces.

Bello, ¿no?

¿Cuántas veces dejamos escapar “casi” sueños, “casi” proyectos o “casi” ideas por andar persiguiendo lo perfecto?, ¿Cuántas veces dejamos de ser nuestra versión auténtica vistiéndonos con el disfraz de la perfección?

El perfeccionismo es tóxico y NO es sinónimo de hacer las cosas muy bien.

Brené Brown explica que el perfeccionismo es la creencia generalizada de que si tenemos una vida perfecta, nos vemos perfectos y actuamos perfectos, logramos minimizar o evitar el dolor que generan la culpa, la vergüenza o los juicios. Es un escudo de 20 toneladas que cargamos pensando que nos protege, cuando en realidad únicamente nos impide ser nuestra versión auténtica.

“Cuando el perfeccionismo va al volante, la vergüenza va de copiloto y el miedo es el fastidioso pasajero en el asiento de atrás.” –Brené Brown

El perfeccionismo, la culpa, el miedo y la vergüenza son amigos inseparables.

La segunda vez que me topé con la “casi” idea fue tomando una clase de escritura terapéutica.

Esa mañana de viernes, mi querida maestra Isabel, nos puso a escribir un poema cuyos objetivos eran combatir nuestras tendencias perfeccionistas y bajarle dos rayitas al nivel de auto exigencia.

Las instrucciones eran dos:

El título del poema tenía que ser “Porque no hay nada perfecto…” 

Y hacia el final de cada verso, tenía que aparecer la palabra “casi”.

Mi escritorio estará casi ordenado,

Lograré salir de mi casa casi bien peinada,

Comeré sin gluten casi todos los días,

Dormiré casi ocho horas.

 

Terminaré casi todos mis pendientes,

Dejaré mis llaves en el mismo lugar casi siempre,

Recodaré decirte cuánto te quiero casi todas las mañanas,

Seré casi valiente.

Seré una mamá casi divertida,

Viviré casi feliz.

El ideal de perfección es peligroso pues es prácticamente inalcanzable y tiene un efecto paralizante. Es mucho mejor hacerle espacio al “casi” en nuestras vidas.

¿Qué tendría que decir tu poema para que lograras ser más libre, creativo y “casi” feliz?

Magia Grande

Big magic

Hace unos días me paré frente a mi librero para ver si me saltaba encima algún texto que anduviera inquieto por salir. Sí, yo soy de la idea de que, en ocasiones, los libros nos escogen a nosotros.

Saltó de la repisa “Libera tu magia: una vida creativa más allá del miedo” de la escritora Elizabeth Gilbert –quizá la conoces por su éxito internacional “Comer, Rezar, Amar”- con su portada llena de colores vivos que, aunque parece fueron aventados sin cuidado sobre un lienzo, encontraron la manera de mezclarse artísticamente.

Leí este libro por primera vez hace cuatro años, lo disfruté de principio a fin, lo invadí de anotaciones y lo matriculé en mi lista de libros para repetir.

Resultó ser un tesoro para mí cuando había decretado que yo quería escribir un libro, pero no tenía idea de cómo pasar de las ganas y las buenas intenciones a la acción. Y es que las personas nos hacemos todo tipo de enredos mentales cuando queremos tener algo que ver con la creatividad.

Sospecho que brincó al frente para ayudarme otra vez a bajar de la nube un nuevo proyecto de escritura.

El argumento central de “libera tu magia” gira alrededor de la afirmación de que todos los seres humanos somos creativos, toditas las personas tenemos la capacidad de crear. Y no sólo eso, somos más felices cuando le damos rienda suelta a nuestra creatividad y la expresamos activamente.

La semana pasada le entramos en clase al tema de propósito de vida. En una de las diapositivas mostré la frase de Oliver Wendell Holmes que dice: “Muchas personas mueren con su música adentro”. Uno de mis estudiantes dijo: “eso está muy deprimente maestra”“Sí, asegúrate de que no te pase”, le respondí.

¿Por qué contenemos en camisa de fuerza nuestras ganas de componer canciones, crear recetas nuevas, escribir un cuento para niños, tomar clases de batería, dibujar, diseñar una silla, construir un huerto, tocar el ukulele, bailar merengue, cantar, actuar en una obra de teatro, hacer flores de papel?

¿Qué nos detiene?

El miedo.

¿Miedo a qué?

A no tener suficiente talento, al rechazo, a la crítica, a ser ignorados, a ser juzgados, a que nuestros sueños sean ridículos, a no estar lo suficientemente bien preparados, a no tener un título que nos acredite como artistas, a estar muy viejos o muy jóvenes, a no ser originales y a todo lo demás que se te ocurra.

Y como dicen por ahí … “argumenta a favor de tus limitaciones y te quedas con ellas”.

Dice Gilbert que el camino de la creatividad es para los valientes, no para quienes no sienten miedo. La creatividad siempre detona el miedo, pues nos obliga a entrar en terrenos desconocidos y el miedo detesta la incertidumbre.

Me encanta la analogía que hace la autora para explicar la relación entre el miedo y la creatividad. Dice que son como gemelos siameses que compartieron el mismo útero, nacieron al mismo tiempo y comparten órganos vitales…

“Tenemos que ser muy cuidadosos en la manera en como manejamos nuestros miedos, pues he notado que cuando las personas tratan de matarlos, inadvertidamente asesinan en el proceso a su creatividad”.

La única manera de no sentir miedo es dejando de crear. Pero entonces nos morimos con nuestra música adentro… ¿Y por qué querríamos hacer eso?

Me gustan otras ideas en el libro…

El miedo es aburrido. Su respuesta es siempre “No”, si anda más generoso de letras dice “alto”, si lo retas un poco más te pregunta “¿quién te crees que eres”. Pero de ahí no pasa. Siempre lo mismo, siempre igual.

Es verdad que el miedo es útil para muchas cosas. Por ejemplo, para evitar que cruces caminando por una vía de alta velocidad en hora pico, meterte a un mar con olas de 5 metros si no sabes nadar o darle un trago a la botella de cloro. Pero no necesitamos del miedo para entrar en el mundo de la creatividad.

Con frecuencia nos libramos del pendiente de crear argumentando que estamos esperando a que nos visite la inspiración. La verdad es que la inspiración llega sin anunciarse, se va cuando le da la gana y lo único que queda mientras tanto es el trabajo. Para avanzar en nuestro proyecto creativo no hay más que presentarnos diligentemente a hacer la tarea día con día. Esto me hace recordar la célebre frase de Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.

Otro obstáculo mental que nos fabricamos para no crear tiene que ver con que nuestra idea no es original y, seguramente, tienes razón. La gran mayoría de las cosas ya se han hecho, PERO… no se han hecho por ti. Para vencer al miedo a no ser original, Gilbert nos recuerda que una vez que ponemos nuestra propia expresión, punto de vista y pasión detrás de una idea, ésta se convierte en nuestra.

Además no tenemos que salvar al mundo con nuestra creatividad o con nuestro arte. Nuestro arte es al mismo tiempo lo más importante y lo menos importante. Nuestras propias razones para crear son suficientes y podemos crear sólo porque sí.

Otra manera en que nos metemos el pie es mortificándonos pensando que todo el mundo estará al pendiente de lo que hacemos. La realidad es que todo mundo está metido es sus propias historias y no tienen mucho tiempo disponible para los demás. Quizá nos dedican su atención dos días y luego vuelven a lo suyo.

Y otra cosa… ¿No será que cuando decimos “todo mundo”, en realidad estamos pensando solamente en un par de personas? Y que… ¿Los “críticos” se resumen a alguien en especial?

La que sigue es mi favorita porque era mi mantra y además por ser la razón que más me comparten las personas cuando me cuentan sobre algún sueño aún sin lograr -que esto de compartirlo y ponerlo en voz alta ya es todo un atrevimiento-.

Muchas ideas, proyectos y sueños llevan años sentados en la sala de espera, pues sus dueños consideran que no están acreditados o certificados para convertirlos en realidad… “no puedo escribir un cuento porque no estudié literatura, no puedo dar una conferencia porque tengo que leer un libro más y tomar una clase más, no puedo vender mis collares porque nunca tomé un curso de joyería”, “no puedo dar una idea de marketing porque estoy en el área de contabilidad”.

Sobre este tema escuché a Liz Gilbert explicar en su podcast “Big Magic” -altamente recomendable- que llega un punto en que o despegamos o nos estrellamos, igual que los aviones. Te formas en la fila, te perfilas, aceleras y luego de suficiente pista lo que sigue es ¡despegar!. El riesgo de no hacerlo es un estrellamiento emocional. Usualmente sabemos más de lo que pensamos y estamos más listos de lo que creemos.

“Así que agarra a tus miedos e inseguridades de los tobillos, voltéalos de cabeza y sacúdete de encima esas nociones de que tienes que estar acreditado para ser legítimamente creativo”.

Me gustaría terminar con una idea del poeta Jack Gilbert…

“Todos tenemos algo creativo y valioso guardado adentro. ¿Tienes el valor para compartirlo? Los tesoros escondidos dentro de ti están deseando que digas que sí”.

 No mueras con tu música adentro.