La felicidad en tiempos difíciles

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Hay temporadas cargadas de pérdidas. El camino se pone cuesta arriba, no para de llover y la esquina para descansar no está disponible.

Los últimos días han sido de despedidas. Se fue Ofelia, compañera de generación, con sus ojos de azul intenso y su sonrisa generosa. Se fue Eli, entrenador de voleibol del colegio, que por años dedicó tardes enteras a enseñarnos cómo recibir, devolver y rematar balones. Hace dos días también se fue Mími, la perrita del apetito insaciable, guardiana y compañera inseparable de mi mamá durante los últimos nueve años.

Se siente un hueco, el aire se pone denso, se estaciona el gris encima de nosotros y nos envuelve una niebla con pinta de permanente.

Cuando perdemos algo importante o alguien que queremos pierde algo importante, empezamos a desandar los pasos para volver al lugar donde lo vimos por última vez… a ver si de casualidad lo encontramos por ahí.

Entramos en un proceso de duelo.

Pero las reglas no son claras, los tiempos de duración no están definidos, no hay fórmulas universales, el tamaño y la frecuencia de las olas de tristeza son distintas para cada quien.

Por un rato o por un tiempo buscamos lo que perdimos. Damos vueltas por la casa, subimos y bajamos las escaleras, abrimos la puerta del refrigerador, nos asomamos por la ventana con la esperanza de verlo pasar, revisamos el teléfono o nos dormimos para ver si aparece en sueños. Nos sentamos en la esquina del sillón, hacemos como que leemos, como que no estamos buscando nada para ver si quedándonos quietos eso que traemos perdido nos encuentra a nosotros. Nos sentamos frente a la computadora, pero las letras no se ordenan, las ideas no cooperan, la pantalla se aferra al blanco. No encontrarnos nuestro lugar, no sabemos por dónde ir y de nada sirve preguntarle a Google porque para nuestro desasosiego no tiene un mapa disponible.

Empezamos a recuperarnos de a poquito.

Partiendo el día en horas, en minutos y en pequeñas actividades. Un té caliente, un baño largo, un paseo en bicicleta, una caminata, una llamada de teléfono, un pedazo de chocolate. Escuchamos música, escribimos, vemos una película, salimos a comer con una amiga, regamos el jardín.

La niebla empieza a disiparse, ya no es permanente y nos visita sólo a ratos.

Las pérdidas que nos tocan de cerca duelen porque se llevan algo que queremos, el efecto es brutal y directo.

Las pérdidas ajenas nos afectan de otra forma. Nos exponen a nuestros propios miedos, nos dejan ver que eso también puede pasarnos, que nuestras personas favoritas pueden irse, que podemos perder lo que tenemos, lo que hemos logrado, que pueden esfumarse nuestras habilidades y ventajas. En respuesta a todo esto nos dan ganas de escondernos en la cama y taparnos hasta arriba con las cobijas como cuando éramos niños y pensábamos que así nada ni nadie podía jalarnos los pies.

Perdemos cosas todo el tiempo… amigos, amores, oportunidades. Se escapan ideas que eran muy buenas pero que no apuntamos, dejamos ir sueños o no atrapamos algún proyecto. Perdemos el sueño, la tranquilidad, el buen humor, la forma y hasta la cordura. A veces nos quitan ilusiones, a veces las dejamos ir o renunciamos a ellas. En términos relativos, estas pudieran considerarse pérdidas pequeñas o incluso micro. Pero nos roban energía, nos desorientan y de estás también tenemos que recuperarnos.

Hace un par de semanas escuché una entrevista que Oprah Winfrey le hizo a Sheryl Sandberg, jefa de operaciones de Facebook. En ese espacio, Sheryl relata la muerte inesperada de su esposo, habla de su tristeza y del proceso que ha seguido para salir adelante.

Escribió un libro “Opción B” junto con Adam Grant en el que ofrecen estrategias basadas en ciencia para hacer frente a las pérdidas y hacernos más resilientes ante futuras adversidades.

¿Cuales son algunas de las estrategias?

Aplican tanto para las personas que están pasando por un duelo como para las personas que están a su alrededor.

Explica Sandberg que una reacción natural de las personas cuando alguien está pasando por una pena es no hablar del tema con ellas para no recordarles. Pero las personas no olvidan su dolor, lo tienen presente independientemente de si decimos algo o no. Y no preguntar puede tener el efecto contrario, pues podemos hacer sentir a la persona sola o excluida.

Grant y Sandberg resaltan la importancia de hacerle saber a quien está sufriendo que reconocemos su dolor, que estamos ahí para acompañarla. Con un gesto, un abrazo, una palabra de aliento o un plato de sopa caliente. Preguntando ¿cómo estas hoy? y así darle permiso de hoy no estar muy bien.

También es importante sentarnos con el dolor. No podemos empaquetarlo y enviarlo a otro lado; rechazarlo, ignorarlo o sepultarlo bajo una tonelada de trabajo no funciona. Es importante hacerle un lugar, pasar tiempo con él y aceptar que, aunque vayamos mejor, nos visitará sin previo aviso en diferentes momentos de nuestras vidas.

Practicar la gratitud es una estrategia poderosa en situaciones difíciles. Hacer una pausa para salir de la tristeza y reconocer lo positivo que tenemos mejora nuestro estado de ánimo. Escribir tres cosas buenas que pasaron durante nuestro día y rescatar el mejor momento nos ayuda a mirar con ojos de esperanza.

Darnos permiso de tener momentos felices, de risa, de buen humor es fundamental. Nos sentimos culpables cuando tenemos un rato alegre en medio de una tragedia o cuando alguien se va. Pero es por ahí que empezamos a sanar también.

Muchas veces no podemos modificar la realidad, deshacer una tragedia o revertir diagnósticos terminales y nos sentimos impotentes. En estos casos, dice Maria Sirois, debemos preguntarnos a nosotros mismos ¿cómo puedo ser la mejor versión de mi mismo en medio de esta pena?, ¿Cuál es la mejor versión de hija, hermana, madre, amiga que puedo ser para esta persona en esas circunstancias? Y eso es suficiente.

La muerte y la naturaleza transitoria de todas las cosas es una realidad, una parte intrínseca de nuestra vida diaria. Tenemos que hacer todo lo posible por aliviar el sufrimiento. La vida nos empuja y nos obliga a continuar.

Y si la opción A no está disponible… tenemos que recurrir a la opción B.

 

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